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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

La hora bruja en el congreso

Nunca perdonaré a Vox que nos haya condenado a la dictadura de la santurronería pseudoprogresista. Esta semana, un diputado reincidente de la ultraderecha moderada le grita «bruja» a otra colega socialista en el pleno del Congreso. Las mujeres que frecuento y las que envío al Parlamento con mi voto no solo disponen de recursos sobrados para replicar a ese insulto, sino que su previsible respuesta casi invita a compadecer al impotente e incompetente autor del exabrupto.

Pese a la sobrada capacidad de reacción, estalla el peor de los machismos, el proteccionismo patriarcal que considera que las mujeres no pueden defenderse por sí solas. La docta beatería apocalíptica apela a la degradación del Congreso, alguien debería desenterrarles las descalificaciones de Alfonso Guerra en los 70/80, como su «Carlos II vestido de Mariquita Pérez» dedicado a la ministra Soledad Becerril. Se pide tortura y cárcel para el ignorante de menguado Voxabulario. El festival se clausura con un sonrojante sermoncillo de EGB a cargo de la presidenta del Congreso, que no es Mujer sino Poder, según certifica la abundante nómina de policías que la custodian.

Descendamos ahora de las palabras a los hechos. Mientras el coro maragato y mojigato exige la expulsión del brujo de Vox para que el Parlamento recupere su bruñido prestigio pretérito, repasamos las votaciones que tuvieron lugar en Cortes para decidir si se investigaba al Rey Emérito y comisionista internacional. La Mesa del Congreso, presidida por la sermoneadora, ha tumbado por quince veces la hipótesis de una rendición de cuentas a cargo de Juan Carlos I, pese a que los servicios jurídicos avalaban el cuestionamiento. En todos los casos, PP y PSOE se apoyaron en el voto inestimable de Vox. Es decir, en asuntos capitales, el autor de «brujas» se manifiesta fraternalmente junto a populares y socialistas, que recaban solícitos su apoyo. El resto es cabaré.

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