La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Sí, lo estratosférico existe

Habitamos la mierdecilla, aunque a veces nos creamos que protagonizamos la historia al hacernos preguntas al estilo del Woody Allen más puro, que ya es pasado. Mientras el ego planetario se pone en posición pensador para saber cómo abordar el mundo sin mascarilla, en la estratosfera hay unos sujetos que se ríen de los estados y evaden cuatrillones al fisco. Los estratosféricos tienen una organización paralela para llevarse sus inmensidades a los paraísos fiscales y evitar los porcentajes que pagan el resto de los mortales por sus ganancias. Leo sin saliva la serie que publica El País y otros medios de comunicación internacionales sobre esta enorme logia de raíces nervudas, en guerra abierta contra los ministerios de Hacienda de sus territorios. Los señores que sortean el fisco gracias a prepotentes leguleyos con sede en Nueva York no dejan de serlo por el hecho de salir en Los papeles de Pandora. De hecho, siguen opinando de política; pronuncian zalameras conferencias; firman grandes acuerdos comerciales; son mitos en sus terruños; escriben sesudas reflexiones sobre la libertad; autorizan biografías sobre sus chorreantes vidas; manejan bufetes que patrocinan investigaciones sobre enfermedades raras... Estos parásitos que carcomen el modelo impositivo mientras se meriendan una natilla con sabor a abuela disuelven, desde su estratosfera, la teoría de la redistribución de los gravámenes. Aquí un inspector, el primero en su promoción, sudoroso por sostener la bondad del Estado y sus arcas, pierde el peluquín por calcinar a fuego lento a uno de estos magnates cuyo ADN no es cuestión de células, más bien de claves, nombres de sociedades y largas líneas de dígitos que forman una matrioska rusa. Los países que reciben el pastón evadido sólo les solicitan, en la mayoría de los casos, un certificado reputacional, y volando va para las Islas Vírgenes. Somos, pues, mierdecillas alborotadas a las que estos ciempiés miran regocijados, dando a entender que la existencia no es tan complicada. Es jodidamente desigual.

Compartir el artículo

stats