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Cartas de los lectores

Morales, la pirámide y su cénit

Los seres humanos nos relacionamos socialmente en grupos vinculados por lazos afectivos, laborales, culturales, identitarios y/o basados en intereses puramente crematísticos. Estas razones ponderan en menor o mayor medida en función de la cosmovisión de cada uno de sus integrantes. Lo cierto es que la representatividad del peculiar sistema de códigos culturales específicos de cada grupo recae normalmente sobre una sola persona, el miembro que con mayor fidelidad transmita la idiosincracia del colectivo. Este elemento sustancial es un arquetipo, que se erige como líder, el cénit de una pirámide que es proyectado por la intersección de las diversas sensibilidades, afectividades, lealtades y expectativas de cada uno de los bloques que la conforman. Así comienza la construcción de la pirámide y su cénit.

Sorprendentemente, y contra todo pronóstico, no solo hay pirámides en Giza y a lo largo del cauce del Nilo. Las hay también en las densas selvas mejicanas y también las hay en Güímar. Pero lo que nunca nos habríamos imaginado, es que en Gran Canaria llevamos años construyendo, sin haber sido conscientes de ello, una enorme, sólida y lustrosa pirámide. No queda claro quien ha sido su arquitecto, y menos claro está en honor a qué faraón ha sido construida. Lo cierto es que esa pirámide la hemos construido entre todos.

Algunos de nosotros hemos contribuido a trazar las líneas maestras en la arena sobre la que se erigiría el edificio, otros se han preocupado por acopiar la tierra necesaria con la que habilitar las rampas para deslizar los bloques. Y todo ello lo hemos hechos plenamente convencidos, unidos y decididos a plantar sobre la tierra un inmemorial monumento.

La extracción del granito, su modelado en bloques, su transporte en barcazas y su manipulación rampas arriba para ser encajados en la compacta estructura ha sido lenta, progresiva y ardua. Sin embargo, a medida que la pirámide ha ido cobrando forma, los bloques eran cada vez más pequeños, livianos y manejables. Así es como en las alturas de este singular edificio piramidal, el panorama es amable y la brisa refresca el granito de los vapores hirvientes que ascienden desde las arenas que soportan la pirámide.

Yo, Eduardo Martín Almeida, como Sinuhé, estuve allí, y fui uno de los bloques en la amplia base del icono. Desde mi encaje, solo veo arena, y a veces emerge un ensueño de oasis entre las convecciones térmicas del desierto. Otros, más avezados y astutos, han esperado su turno pacientemente y sustentan ahora en las alturas al purpúreo  cénit, sobre el que se asienta el Presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria, Antonio Morales, que observa impertérrito las llanuras infinitas del Nilo. Sin embargo, en la base, la presión es insoportable.

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