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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

Qué largo se hacen los días

Querido amigo, en la terraza de una cafetería del pueblo de Isora en El Hierro, un día cualquiera de un año cualquiera estaba sentado un hombre mayor, que, pensando en voz alta, se decía: «Qué largos se me hacen los días y qué rápido pasan los años…»

La vida es un espacio de tiempo que no tiene medida, Gregorio, que se hace más larga o más corta según sean tus circunstancias y el estado de ánimo en que te encuentres.

Por otra parte, todo es relativo y depende de que quieras ver el vaso de agua medio lleno o medio vacío.

Recuerdo a mi primo Manolo Navarro, recientemente fallecido, que, como arquitecto, me estaba haciendo los cálculos para la reforma de la entrada de un local. Era muy riguroso y medía el espacio habitable al centímetro.

Discutíamos cualquier cosa, pero, sobre todo, de las medidas que deberían tener la entrada y la salida del local para que pudieran funcionar de una forma cómoda y natural, pero no conseguíamos ponernos de acuerdo.

Hasta que yo, en un exceso de inspiración visionaria, se me ocurrió decirle: «Pero, Manolo, una cosa es la medida y otra es el tamaño…».

Parece un disparate, pero, entre lo estrecho y lo espacioso hay algo más que metros y centímetros, igual que hay cosas que ocupan más que otras, aunque tengan un volumen similar, o colores que pesan unos más que otros. De la misma forma hay días que, aunque tengan las mismas horas, se nos hacen interminables.

La verdad y la mentira son siempre relativas, y a veces la mentira es una verdad sacada de contexto. El problema es que, cuando transigimos demasiado con las mentiras, perdemos la referencia de la verdad.

De jóvenes soñábamos con cambiar el mundo, Gregorio, pero ahora nos conformamos con sobrevivir en este que tenemos, que es lo que suele pasar cuando tienes que poner tus sueños al servicio de tus necesidades.

Hay que aceptar, entonces, que, a nuestra edad, estamos viviendo en tiempo de descuento, y que, aunque se piense lo contrario, son los que dejan pendiente la hipoteca y otras deudas los más recordados, porque el que se sacrifica para dejar algún dinero de herencia, solo le recordarán durante el poco tiempo que les dure.

Hay que tener en cuenta que, como bien sabemos, el estado penaliza hoy las herencias, y habría que tener el valor suficiente para vender todo lo que tengas e irte a vivir a un buen piso de alquiler que sea cómodo y que esté bien situado, para poder así disfrutar con tranquilidad del tiempo que te queda.

El remanente lo puedes ir repartiendo entre tus hijos antes de que te vayas para la chacarita y se quede con él la Agencia Tributaria, que ya les hemos dado bastante.

Que te valoren por lo que has hecho en vida, Gregorio, esa es la mejor herencia.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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