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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Todos contra Néstor

He elegido el seudónimo de Juan Durrell para añadir algo más sobre el cierre del Museo Néstor, que lleva casi cuatro años sin actividad y lapidado. Durrell llegó a la capital en un barco británico, y dado su carácter flemático no se asustó al saber que un obispo reaccionario había ordenado el cierre de la pinacoteca, como continuación de la comunicación que había cursado para cubrir de hule negro los murales andróginos del Teatro. La izquierda gobernante aplaudió la medida, ya que lo consideraba un falangista enterrado entre gritos fascistas, pese a la clamorosa libertad sexual que encerraban sus cuadros. La derecha, como es obvio, rehuía de libertinajes tan exhibicionistas. Entre una cosa y otra, la teoría más común, circulante entre patronos y políticos, es que tanto tiempo de confinamiento, coincidente en parte con el de la Covid, se debía a la caverna que había aparecido en el subsuelo del edificio, creada allí sin ninguna misión clara por parte de su hermano, Miguel Martín, una conexión arquitectónica que podría circunscribirse al afán masónico de ambos. Un palanquín que participó en el acopio de ladrillos y arena cuenta por los bares que allí debajo existe un templo. ¿Será verdad? Cierto es que los técnicos tardan en parir un proyecto definitivo de rehabilitación y modernización, y de paso usurpan el placer a la concurrencia de disfrutar de los cuerpos desnudos. El obispo inveterado está tan contento que engorda la idea de que hay gato encerrado. Juan Durrell, que está totalmente alucinado, tiene pendiente entrevistarse con un nestoriano muy influyente, por aquello de contrastar hechos tan pop y sacar una conclusión sobre el encierro. La izquierda radical, que también tiene algo de poderío, no siente ninguna pasión por un creador tan hedonista, ajeno a la lucha de clases y que se plegó como un abanico a las exigencias del Régimen, que vigilaba como un perro presa sus costumbres personales, dando por hecho que en lo que a la política se refiere lo tenía más que domado. Juan Durrell retorno a su país sin saber qué ocurría realmente.

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