La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cartas de los lectores

Castelar, voz de La Republica

Entre las sorpresas que durante la última década nos ha deparado la editorial Almuzara a los exploradores del pasado, se suma ahora la publicación de «Emilio Castelar ,la voz de la República»,biografía definitiva del gran político gaditano .Firmada por un divulgador de tan fecunda trayectoria como Manuel Serrano Vélez ,el rigor exposivo debe darse por descontado.

Un sugerente retrato urdido por los pinceles del más observador Sorolla, nos lo presenta con porte señorial, la inteligente mirada inquisitiva ,los anteojos de rigurosa erudicción, el mostacho majestuoso, intratable. El lienzo se conserva hoy en la galería del Congreso de los diputados .El mismo Congreso que, ya presidente, hubo de defender(casi como ,al siglo siguiente ,hiciera el valeroso Duque de Suarez) ante un Pavía golpista.

Pero, desde luego ,por encima de cualquier coyuntura de polémicas historiográficas, nos asalta la incógnita esencial ,¿quien fue ,en realidad, Emilio Castelar y Ripoll? Joven de provincias llegado a Madrid para hacer carrera política :orador de excepción en un país en el que -fuera de los púlpitos-el arte de la oratoria no suele abundar en virtuosos; enemigo declarado del esclavismo ,cuya abolición en nuestro Puerto Rico ,tuvo el honor aprobar con su firma, literato de tono menor en novelitas romanticistas con (publicó una «Vida de Byron») apenas veladas confidencias autobiográficas ,discutido presidente de la atribulada Primera República Española, que se enfrentó ,sin titubeos ni remilgos, a un separatismo de charanga, pandereta y ¡Viva Cartagena !..Todo eso-no todo eso :bastante más-fue Castelar.

Para quién crea que la corrupción borbónica en materia de grandes contratos ferroviarios comenzó con Juan Carlos I ,este libro será su desengaño. En la España decimonónica ,que estrena, ilusionada y ufana, sus primeras líneas ferroviarias ,el Castelar periodista denunciaba en su celebérrimo artículo El Rasgo, la falsa prodigalidad de la reina .En realidad una coartada de la hoy mitificada ,para apartar la atención de irregularidades económicas más cercanas .Era un catedrático de culto para sus alumnos. Su denuncia fue la chispa de lo que terminaría por convertirse en un brote revolucionario» La noche de san Daniel», protagonizado por los universitarios. Castelar fue condenado a muerte, pero este no sería su sepelio, sino su bautismo de fuego en política. Era el principio del fis de la valleinclanesca Corte de los milagros de la Reina Castiza; con confesores y maravillas incluidos .»No fui una buena reina»-terminaría reconociendo ante Galdós en su exilio parisino».

El doctísimo erudito conservador Don Ramon Menéndez Pelayo, todo él probidad intelectual ,lo incluyó en su>,aunque se diría que más a título de, heterodoxo de la propia heterodoxia, que cono un verdadero rebelde de la tradición hispana, a juzgar por el tono elogioso de varios de los juicios que le dedica.

El divorcio entre la juventud española y la historiografía de su país, clamoroso desde finales de la transición ,debe ser superado. El camino es el amor a las cosas de España .Y este libro de serrano Vélez sobre Emilio Castelar ,verdadera Voz de la Primera República española, resonará para siempre en la memoria todos y cada uno de sus lectores más jóvenes. Incluso en el supuesto, nada seguro ,de que llegaran a tener le oportunidad de presenciar el advenimiento de una Tercera.

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