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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Fajana: colonización a la inversa

La celebración del Día de la Bandera Nacional (siete estrellas verdes) no tiene que ver en absoluto con exigir perdón al reino de España por la cruel conquista de las Islas y el genocidio de sus aborígenes. Somos un pueblo integrado y asimilado, y como tal padecemos de solapamientos, rencores eternos y rabietas innecesarias, aparte del consabido entusiasmo -a veces desbordante- causado por las migajas que reconstituyen la identidad magreada. La erupción del volcán de La Palma, sin ir más lejos, ha puesto a tiro una especie de satisfacción colonial a la inversa, donde Canarias exhibe ante el resto de España cualidades de su estado poscolonial, como son, por ahora, las construcciones del español hablado en el Archipiélago. Hemos levantado la mano, por ejemplo, para indicar que nosotros utilizamos en vez de delta «fajana», término que finalmente se ha impuesto en el circuito informativo. Resulta paradójico que algo tan dramático como la erupción de un volcán sirva, finalmente, para descubrir singularidades de las Islas Canarias que hasta ahora han formado parte de reductos de investigación muy limitados, pero nunca del gran público o de las audiencias masivas. En el contexto de esta colonización a la inversa, aunque con menos éxito que «fajana», destaca «Tajogaite», nombre guanche que se postula para el volcán palmero y que esconde los secretos de los antiguos habitantes de la Isla. El investigador Humberto Hernández recapitulaba en un artículo reciente sobre estas peculiaridades, y recomendaba acudir a los estudios -alguien se ha preocupado- de la Academia Canaria de la Lengua . Y citaba: quemados o lajiales (terrenos de origen volcánico); malpaís y sus variantes malpéis y maipés; picón, zahorra, rofe, jable y jabrusco para referirse a lo que en la Península llaman arena volcánica, y la tosca o toscal, la piedra porosa. Una nómina abundante designada según la procedencia insular y también de acuerdo con el mineral y su color. Una colonización a la inversa que nos deparará más de un interrogante sobre la propiedad rural en la isla de La Palma, sobre todo las que se acreditan con hijuelas escritas a mano y que no han pasado por registros oficiales. Una circunstancia con la que se van a encontrar los equipos técnicos encargados de la reconstrucción y de resarcir a los afectados. O bien, cuestiones como la vinculación de fincas con propiedades de aguas de regadío, un nexo común en Canarias desde la conquista. La explosión volcánica de La Palma y la extinción de cientos y cientos de propiedades por las coladas de lava no tiene consuelo alguno. Pero esta hecatombe insular, aunque resulte insólito, nos sitúa ante una reflexión sobre el valor de la identidad sin aspavientos, tranquila, y el esfuerzo necesario para mantenerla contra viento y marea. Desde luego, no vamos a clamar perdón por el genocidio de siglos atrás, debemos contentarnos con nuestras palabras clavadas en titulares, más allá del exotismo o la esponjosa tropicalidad de las afortunadas.

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