La Provincia - Diario de Las Palmas

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Lamberto Wägner

Tropezones

Lamberto Wägner

Breverías 93

Con ocasión de la gira triunfal por Europa de los primeros astronautas en pisar la luna, en la recepción de la reina de Inglaterra en Buckingham Palace, el príncipe Felipe inistió en una entrevista privada con los héroes del espacio. Debió sufrir una amarga decepción, pues en vez del relato de una experiencia metafísica que había anticipado, le obsequiaron con un pedestre informe técnico de las vicisitudes de tres profesionales de la astronáutica. No me extrañaría empero que dicho anticlimax hiciera mella en el astronauta Phil Collins, que años más tarde proclamaba: «creo que en un futuro vuelo debiera incluirse un poeta, un sacerdote y un filósofo».

El otro día, como consecuencia de mis intentos de desalojar un moco recalcitrante, se me puso a sangrar la fosa nasal. Aunque sé que es un incidente en principio sin importancia, los efectos son aparatosos, máxime si no sacas un pañuelo a tiempo y es tu camisa la que se motea de rojo. Naturalmente no desaproveché la primera ocasión que tuve para comentar el percance con los amigos, y poder recabar por lo menos cierta simpatía por mi predicamento. Pues a decir verdad no parecieron darle mucha importancia a tan dramática vivencia. Por ello me voy a permitir darles un consejo: si alguna vez han de relatar un incidente parecido, y desean captar la atención de sus allegados ante su infortunio, no les digan que les ha sangrado la nariz, sino explíquenles que lo que han sufrido era una inquietante «hemorragia nasal», o mejor incluso un «episodio rinorrágico». Verán qué diferencia en las reacciones de sus impresionados interlocutores.

Me acaba de comunicar el administrador de la comunidad de propietarios del complejo en el que disfruto de un apartamento con derecho a piscina, de la nueva ordenanza que obliga a cercar el perìmetro de la misma, para protegerla del acceso no vigilado de menores. Y recabando de paso la salada derrama correspondiente al cumplimiento de dicha obligación.

Aunque estando por supuesto de acuerdo en la salvaguarda de la salud de los usuarios de piscinas, y sobre todo las comunitarias, no puedo dejar de hacerme ciertas reflexiones. Recuerdo por ejemplo que en mis tiempos de promotor turístico tuve necesidad de planificar piscinas para varios complejos. Y recuerdo como si fuera ayer los vaivenes de la administración en la normativa de obligado cumplimiento. Primero era necesario que todo el vaso estuviese recubierto de azulejos. Pero unos años más tarde salió una nueva ordenanza que los prohibía, pues las aristas del revestimiento dete-riorado producían cortes a los bañistas. Pero es que no mucho después, en aras de una supuesta higiene, para evitar contaminar el agua de la piscina, se impuso una especie de canalito de chapoteo a su alrededor, con el loable propósito de lavarse obligadament los pies antes de acceder a la misma. Pero claro, poco después se demostró que dicho canal se convertía a su vez en un caldo de cultivo de todo tipo de bacterias, que para más inri terminaban indefectiblemente trasladadas por los infectados pies de los propios bañistas al agua que se pretendía proteger.

Como diría Cicerón «¿Quousque tandem abutere, consilium piscinarum, patientia nostra?».

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