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Fidel Araña

Viaje al Interior

Fidel Araña

Un Halloween muy nacionalista

A mi buena amiga Elena Espino, la concejala nacionalista de Cultura de San Bartolomé de Tirajana, le gusta el Halloween de consumo anglosajón que se está importando a Canarilandia como un negocio pretextado en el disfrute de los críos disfrazados que acumulan caramelos y otras golosinas a cambio de un «¿truco o trato?» que casi nunca se cumple.

Inmersa en la misma ignorancia y el absurdo impenitente que acompaña el quehacer de los agentes culturales que lo promueven, a la edil de NC poco parece importarle que ese Halloween intruso esté asestando cada año un golpe finiquitador a la tradicional Fiesta de los Finaos. Y muy poco parece importarle, también, que sea una celebración dañina para la paz social cuando los pibes ya creciditos, amparados en la oscuridad de la noche y de las mentes, actúan como bárbaros inadaptados arrojando huevos contra las fachadas de las viviendas vecinales y el mobiliario público. Un acto hasta ahora sin ningún tipo de edicto municipal para su prevención y sin ningún castigo rehabilitador.

El caso es que esa inmadurez política no es nueva. Es realmente curioso, por contradictorio, que sean los supuestos adalides de la más y mejor defensa ‘canariológica’, los llamados nacionalistas (ACN, ICAN, NC…, las siglas políticas por las que han transitado para acomodarse al poder, la poltrona y los privilegios), quienes estén justamente detrás de la promoción de esos fiestorros tan extranjerizantes como Halloween. No es algo nuevo, repito. Ya los impulsaban como innovadores modernísimos, desde finales del pasado siglo, Carmelo Ramírez y el que fuera su lugarteniente Camilo Sánchez, desde los predios pretendidamente comunistas de Santa Lucía, y más concretamente desde el área cultural del Ateneo Municipal y la famosa Casa del Terror de Vecindario. Claro está que siempre como pan y circo y con objetivos puramente electoralistas,

Ese estrabismo político en el que naufragan los nacionalistas de NC es decadente y se acentúa mayúsculo en el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana. Aquí, a pesar de las duras y ejemplarizantes lecciones del pasado reciente, sus dirigentes apesebrados han sido, en negligente connivencia con el PSOE más corsario y descerebrado, los principales instigadores e impulsores de la vergonzosa e hilarante fiesta de Halloween en la que se ha convertido la administración política del municipio sureño desde el primer día de esta triste legislatura.

Nunca antes se vio en el gran salón de baile del Sur de Gran Canaria una parranda de máscaras mucho mayor y mejor que la nuestra. El desnortado gobierno cuatripartito encabezado por la socialista Concepción Narváez está siendo para todo el municipio desde el minuto cero una auténtica pesadilla de fantasmas y calaveras sin credo y sin crédito.

La prueba del algodón no falla. Que Elena Espino, de las mejor consideradas a pesar de que rechazó miedosa ser la candidata de NC a la alcaldía en las pasadas elecciones, afirme pletórica, dos años después de posarse en el gobierno y el poder junto al resto de la troupe, que «es ahora cuando toca remar todos juntos en la misma dirección, en la línea de trabajo, la seriedad y el respeto a los vecinos», resulta hiriente y demoledor para tanta alma en pena. Como amante del baile, la concejala nacionalista de Cultura ya debiera saber que, en toda danza, un resbalón o un mal paso, sobre todo si es inicial, casi siempre termina por romper y desestabilizar la orquestada coreografía del resto del baile. Es razonable pensar que lo que mal empieza mal acabe.

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