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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Ir de Hallowen al negociado

Han ocurrido tantas cosas a nuestro alrededor en los dos últimos años que ir vestido de Hallowen a la oficina resulta algo tan respetuoso como dar el «buenos días». Ya advirtieron los hechiceros que el penduleo entre el confinamiento, el teletrabajo y la desescalada nos iba a dejar una resaca monumental. Ejemplo de esta frotación entre realidad e irrealidad es que unos funcionarios medios de Transición Ecológica del Gobierno de Canarias decidieron desdoblarse: ser servidores públicos autonómicos, pero también personajes de la Noche de los Muertos. ¿Y qué no otra cosa es la burocracia? Un andar cansino y atosigante entre expedientes y firmas, tortuosas celdillas a las que vamos a parar, salir y entrar en otras de manera inmediata. Por desgracia, la imaginería de Hallowen tiene conexiones con los esqueletos que se descomponen a la espera de un trámite, o con los vampiros que nos secan la vida con sus requerimientos, o con los brujos que nos guían -o nos confunden- por los laberintos donde yacen el pasado y el presente. Estos trabajadores merecen ser llamados al orden, pero no por sus vestimentas, maquillajes y la decoración macabra de sus despachos, sino por haber tardado tanto en vincular la administración pública con Hallowen. Por ejemplo, la consecución de la dependencia contiene ese punto horrible entre la vida que se esfuma a borbotones y el pliego que sigue en la bandeja de los expedientes a la espera de una mano bondadosa o brujeril que lo saque del sueño. El sindicalismo no debería indignarse ante la acción de este grupito diabólico de responsables de un negociado. No, hubiese sido más comprensible una llamada para cubrir Usos Múltiples de una telaraña pegajosa, encender las llamas de unos velones de cera y contratar contadores de historias sobre personas que nunca pudieron resolver sus asuntos arrastrados entre nichos y panteones que supuran leyendas atroces. Ya lo han dicho por activa y por pasiva los hechiceros: vamos a asistir a hechos jamás vistos, producto de los meses de alteración psicológica.

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