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Xavier Carmaniu Mainadé

Entender + con la Historia

Xavier Carmaniu Mainadé

¿Qué explica la historia sobre las violaciones?

La opinión pública ha encontrado en el caso de la chica de 16 años violada en Igualada una nueva excusa para poner el grito en el cielo y llenarse la boca con declaraciones tremendistas. Es habitual leer en las redes sociales mensajes al estilo de «si esto se lo hacen a mi hija, mato al violador». Una reacción visceral, seguramente comprensible, pero que no deja de poner de manifiesto lo arraigada que está en la mentalidad masculina la idea de que las mujeres les pertenecen: la esposa, la hija... y por eso se ven con el derecho y la obligación de reaccionar con esa violencia verbal, que queda muy lejos del tono de la carta escrita por la madre de la víctima.

Ahora bien, aunque cueste creerlo, algo está cambiando, porque por primera vez en la historia (al menos en Europa) la sociedad empieza a expresar un rechazo claro y frontal contra la violación, una práctica normalizada en todas las épocas y legitimada por las estructuras de los poderes económico, político y religioso de todos los tiempos. Basta con hojear La cultura de la violación en la historia del arte, el libro publicado por Esther Tauroni, donde se repasan algunas de las principales obras pictóricas que tienen como elemento central el abuso sexual de las mujeres, muchas veces reproduciendo episodios de la mitología clásica que está llena de agresiones. En ese sentido empezaría a ser hora de admitir que Zeus era un depredador sexual insaciable y sin escrúpulos. Y si el Dios de los dioses se comportaba así, ¿qué no debían hacer los mortales que le idolatraban?.

Tampoco hay que ir tan atrás. El historiador Georges Vigarello ya en 1999 estudió este tema sobre la Francia de la época contemporánea en Historia de la violación, siglos XVI-XIX, para demostrar que las consecuencias de la violencia sexual van ligadas al universo mental de cada momento histórico. Así, por ejemplo, antes de la Revolución de 1789, se castigaba con más severidad el robo que la violación porque atacar la propiedad privada ponía en entredicho el orden social. Y por mucho que después la guillotina funcionara a diestro y siniestro, hubo cosas que no cambiaron mucho. Es cierto que se fraguó el concepto ciudadano y se empezó a hablar de los derechos de los hombres, pero tal y como ya explicamos hace unos meses en este mismo espacio, la escritora Olympe des Gouges reclamó derechos para las mujeres sin éxito. Los revolucionarios, muy masculinos ellos, no le hicieron caso.

El Código Penal de 1791 contemplaba la violación pero apenas hubo juicios porque la víctima quedaba señalada. Se consideraba que una mujer podía defenderse de un hombre solo y se veía como corresponsable de la agresión. Cuando en el siglo XIX aumentaron el número de casos que llegaban a los tribunales, los jueces pedían testigos para continuar con el proceso y se les preguntaba si la víctima había gritado o opuesto resistencia. De lo contrario, se desestimaba la denuncia. De hecho, en muchos de los sumarios estudiados por Vigarello, las víctimas eran culpabilizadas porque se aseguraba que las mujeres tenían la capacidad de seducir a los hombres, que atraídos fatalmente no podían contener sus impulsos. Vamos, una versión fina y la antigua de lo que todavía se dice cuando se justifica una agresión sexual porque la falda es corta.

No tenemos constancia de que se haya realizado un estudio histórico como el de Vigarello ni en Catalunya ni en España. En cambio, sí que se han hecho aproximaciones desde el punto de vista jurídico como la de Itziar Altuzarra, de la Universidad de Deusto. El primer Código Penal español, de 1822, contemplaba que las víctimas solo podían ser mujeres y, además, hacía discriminaciones morales. Se consideraba un agravante que la violada estuviera casada mientras que era un atenuante si era una prostituta; porque lo importante era el ataque al honor, también el del marido. No fue hasta después de la Transición cuando se empezó a cambiar la perspectiva del bien jurídico de la honestidad por el de la libertad sexual. Y sin embargo, ya hemos visto qué ha ocurrido en muchos juicios.

Suele decirse que las leyes siempre van detrás de los cambios sociales, pero cambiar la mentalidad aún cuesta más. Para extirpar al machismo será necesario luchar mucho tiempo. No desfallecer es la clave.

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