La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Vislumbres de los nuevos mundos

Empecemos por los hechos

Nuestro país ha mostrado, a lo largo de la historia, una gran dificultad para llegar a acuerdos transversales que fueran aceptados por diversos espectros ideológicos, y, que se aproximaran a consensos, al menos, ampliamente mayoritarios. Tenemos una cierta tendencia a la polarización extrema. Desde los distintos ámbitos ideológicos, no pocas veces, se niega la legitimidad, a la parte contraria, para sostener o desarrollar sus ideas, lo que se convierte, en sí mismo, en un proceso que retroalimenta la exclusión del otro.

La Transición del 78- ahora tan denostada por algunos- es, sin embargo, un antecedente que nos indica que, en circunstancias especiales y difíciles, somos capaces de forjar esos pactos de país. La estructura política y constitucional, si se pretende que sea inclusiva y perdure en el tiempo, debe fundamentarse en un apoyo muy amplio de la ciudadanía que no responda, en exclusiva, a ninguno de los bloques.

Si buscamos actualizar y dar un nuevo impulso a nuestra convivencia en común debemos hacerlo, además de empezar con la obvia voluntad de confluir, por aquellos aspectos básicos para que el diálogo llegue a buen término, dentro los cuales está el respeto a los cauces establecidos para la reforma constitucional.

Otro asunto clave es compartir los hechos y su interpretación básica. Es bastante difícil llegar a un acuerdo si los datos tenidos en cuenta, como fundamento de una decisión, no son, mínimamente, aceptados por las partes intervinientes en el proceso de la toma de decisiones.

Pues bien, en este país, no pocas veces se niegan o se obvian hechos que son objetivos, esto que ya era un problema desde hace tiempo, ha venido a agudizarse, actualmente, con lo que se ha dado llamar postverdad. Algo que ha pasado o existe simplemente se obvia o se niega sin que haya reacción en contra de esta actitud.

El campo de los posicionamientos parece deslizarse, cada vez más, desde los razonamientos con vocación de racionalidad a las emociones o de los prejuicios ideológicos. Considero que siempre se debe intentar incorporar las emociones en los diálogos públicos, pero, esto nunca debe hacerse en detrimento de un razonamiento que, al menos, tienda a la objetividad, sin olvidar, que un cierto grado de subjetividad es inevitable.

Los discursos alejados de los hechos se distancian, inexorablemente, de la realidad, la realidad posible, no la soñada o ideal. Estos nacen ya muertos, dificultando, o, incluso impidiendo, la aplicación de los mismos y entrañan una decepción, a medio y largo plazo, que produce frustración en la ciudadanía alejándola, aún más si cabe, del interés por la política. Se trataría de construir planteamientos posibles, asumibles por personas con ideologías diversas, que no renuncien a ciertas dosis de utopía pero que huyan del adanismo que a veces aflora.

De la Transición del 78 creo que lo más destacable- sin dejar de ser muy importante los contenidos de la Constitución- fue el proceso, en sí mismo, que hizo posible algo que no estaba en nuestra cultura política histórica: la integración de los contrarios como fundamento del pacto social.

Si una mayoría, muy importante y transversal, de la ciudadanía llegara a la conclusión que la Constitución debería ser actualizada, no habría inconveniente alguno en proceder a acometer esa tarea, siempre y cuando, se hiciera con la voluntad de consenso y no de confrontación, que es el espíritu que ahora parece predominar.

No parecen, los tiempos actuales, los más propicios para un cambio constitucional integrador y pacífico. Quizás podríamos analizar, entre todos, qué es lo que debe cambiar y en qué sentido, consensuar los hechos y su interpretación para después comenzar la transformación.

Compartir el artículo

stats