La Provincia - Diario de Las Palmas

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José María de Loma

Mandarinas

Me dice un médico amigo que coma mandarinas. Mucha vitamina. Poder antigripal y anticatarral. Y es la época. Estos son los consejos médicos que a uno le gusta seguir. Es un consejo original. Lo de quitarte del tabaco o la carne roja está muy visto. Come mandarinas, hombre, me dice jovial. Se habla poco de las mandarinas, quizás las hermanitas pobres de las naranjas. La actitud ante una mandarina lo define a uno en la vida. Gómez de la Serna le haría una greguería. Un niño le haría ascos. El oficinista la pela a media mañana deseando en realidad unas patatas fritas. Comer mandarinas son gajos del oficio. Me decido a practicar el mandarinismo ayudado por el hecho de que en mi supermercado de cabecera las tienen bien a la vista. Las hay empaquetadas en bandejitas. También por kilos en redecillas. Sueltas, díscolas, oblongas, diminutas o como pelotas de tenis.

Tiene la mandarina un no sé qué de patio de recreo, pechera manchada y cáscaras en el suelo. Te he puesto también una mandarina, no te comas solo el bocadillo. Proust se hubiera puesto menos pesadito si en vez de magdalenas se hubiera hincado una mandarina. Hay una gran redundancia en comer una mandarina y leer a la vez El cura y los mandarines, Cultura y política en España (1962-1996), libro de Gregorio Morán, de 882 páginas, publicado en las navidades de 2014 y rechazado previamente por varias editoriales a causa de las invectivas y venablos que lanza contra algunos popes. A veces leo solo para encontrar la palabra pope. Si te llaman pope estás perdido y viejo. Es el paso posterior a que te llamen maestro. El cura del que habla Morán (ay, aquellas sabatinas intempestivas en La Vanguardia) es Jesús Aguirre, duque de Alba, al que Manuel Vicent le dedicó un libro jugosísimo.

Es el momento ahora en el que uno juega y fantasea con el adjetivo jugoso, que vale para un libro o para una mandarina, no siendo tampoco inútil para calificar un cotilleo, un filete o un texto a declamar en una boda. Cómo pelar una mandarina merece un gag, o un gajo, humorístico. Al estilo de aquel sobre como llenar un vaso de agua de Tip y Coll.

La mandarina llegó a Europa en el siglo XIX y a mi despensa un miércoles. España es el segundo productor mundial. Opto por unas clementinas y me voy cabizalto convertido en un mandarín de mi cesta de la compra, haciendo caso al médico, recordando mi infancia. Y a algunos popes.

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