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Fernando Canellada

Azul atlántico

Fernando Canellada

Sesenta años bien cumplidos

Pandemia, volcán, muertes y enfermedades. En medio de este panorama de un noviembre otoñal que empieza con difuntos, conviene hablar de la vida. Cumplir años es motivo de esperanza, de fiesta, de compartir, de celebrar. Anil Partap ha convertido su 60 cumpleaños en un acontecimiento. Las celebraciones que ha organizado con sus amigos en diferentes restaurantes de Gran Canaria, sin ir más lejos, trasciende a lo que es un feliz aniversario para festejar seis décadas de vida. Admirable, dirán algunos. Otros murmurarán lo contrario. Algunos se han visto en las fotos compartidas en sus redes y otros han preferido mantenerse en un discreto anonimato después de la mesa y la conversación. Todos han levantado la copa con él y él con todos.

Anil Partap, con sangre sindi, nacido en Tenerife en 1961, es un hombre afortunado. Goza de buena salud, de una familia unida en la mejor tradición hindú y le sonríen los negocios en estos tiempos. Lleva toda su vida comiendo fuera de casa. En su estilo vital está la mesa como la mejor manera de llegar «a los amigos, a los clientes y a esos clientes que acaban siendo amigos», como le confesaba a Julio Gutiérrez en estas mismas páginas también en un mes de noviembre, pero de 2012. Se ha propuesto Anil Partap celebrar el cumpleaños con unos treinta grupos de amistades.

Activo rotario y miembro de la Asociación de la Empresa Familiar, casado y padre de dos hijos y una hija, disfruta aún de los certeros consejos de su padre, aquel comerciante que salió de Pakistán occidental, pasó por la India y Tánger y se estableció en la calle La Naval en tiempo de los puertos francos. Lo que la mayoría valora de Anil Partap es la objetividad, que tan indispensable resulta para quien aspira a una obra fecunda y duradera.

Pero, además, le distingue otro don quizás todavía más valioso para su profesión de empresario y comerciante: las relaciones humanas, ese don que domina ahora, más si cabe, en toda la dimensión del universo virtual de la aldea global. De inteligencia profunda y aguda, tan firme como sutil, en su conversación siempre animada y esmaltada de bromas, el acento canario brota con espontaneidad. Y como los hombres inteligentes tiene las raíces en su tierra pero el espíritu en todas partes.

Con modales naturalmente corteses y educados, no solo es un intelecto preclaro, sino un corazón fuerte y diáfano, con poder económico y prestigio social que le hacen disfrutar de una simpatía general. Para cumplir el bíblico consejo de «ay de aquel de quien todos hablen bien», tiene enemigos distinguidos.

José Juan Pérez-Tabernero, director de relaciones institucionales de Banco Santander España, reivindicó el viernes en el Hotel Santa Catalina el valor social de los empresarios. Sirva este cumpleaños para felicitar a uno de esos empresarios.

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