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Observatorio

Carrera armamentista por la paz

Carrera armamentista por la paz La Provincia

El presidente surcoreano, Moon Jae-in, está empeñado en conseguir, antes de que finalice su mandato en mayo de 2022, la firma de una declaración de fin de la guerra por Estados Unidos, China, y las dos Coreas, las cuatro naciones involucradas en la guerra de Corea (1950-53), concluida con un armisticio. Su obsesión es dejar en la península «un legado de paz», pero mientras lo consigue ha entablado una carrera armamentista con el Norte para convencer a Kim Jong-un de que retome las negociaciones nucleares.

El 15 de septiembre, poco después de que Pionyang probase dos misiles balísticos de corto alcance, Seúl hizo públicos sus avances en tecnología de misiles, entre los que destaca el primero balístico lanzado desde un submarino (SLBM). Otros ingenios son un misil balístico que destruye búnkeres, un misil de crucero antibuque supersónico, un misil aire-tierra de largo alcance y un motor de combustible sólido para cohetes espaciales, que solo tuvo éxito parcial, pero que los expertos consideran un paso importante para colocar en órbita satélites de fabricación nacional, para monitorizar movimientos amenazantes de Corea del Norte.

Moon, que no puede presentarse a la reelección y teme que los conservadores se hagan con la presidencia surcoreana en las elecciones de marzo -lo que dañaría las difíciles relaciones con el Norte-, ha incrementado considerablemente el presupuesto militar con el fin de cumplir con las condiciones necesarias para que Washington transfiera a Seúl la Autoridad de Control Operativo en tiempo de guerra (Opcon). Moon quiere demostrar a Biden su firme compromiso con la disuasión, para facilitar una transferencia exitosa de Opcon, que le permitiría alcanzar la ansiada soberanía militar. Los progresistas surcoreanos quieren librar al país de la dependencia de EE UU en materia de seguridad nacional, así como de su excesiva influencia en la política surcoreana. La voluntad de controlar su propia defensa y la desconfianza hacia el liderazgo de Washington se incrementaron con las amenazas de Trump de retirar a los 28.500 soldados estadounidenses destacados en Corea del Sur.

Establecido en 1945 como límite temporal entre las zonas de ocupación soviética (norte) y la estadounidense (sur), el Paralelo 38 se convirtió tras la guerra en la frontera de facto entre las dos Coreas. Hoy es el símbolo más dramático de una contienda que los intereses geopolíticos de las grandes potencias parecen querer perpetuar. Aislado en su reino ermitaño, Kim Jong-un llena los estómagos de los 23 millones de norcoreanos -Naciones Unidas asegura que millones sufren desnutrición- con orgullo patrio por el poderío militar del país. A mediados de octubre, para conmemorar el 76º aniversario del gobernante Partido de los Trabajadores, el régimen exhibió un misil balístico intercontinental, un nuevo vehículo de planeo hipersónico, un misil balístico móvil de corto alcance y un misil crucero de largo alcance, todos ellos probados supuestamente con éxito. Aunque poco se sepa de la precisión de estas armas, es evidente que si se despliegan suponen una seria amenaza al menos para Japón, Corea del Sur y las bases estadounidenses estacionadas en ambos países. Ante el grave deterioro de las relaciones entre Washington y Pekín, la carrera armamentista en la península coreana es bastante preocupante, sobre todo cuando el Organismo Internacional para la Energía Atómica apunta que Pyongyang parece haber puesto en marcha otro reactor en su principal complejo nuclear. Se estima que en la actualidad posee un arsenal de entre 30 y 60 bombas atómicas.

Los esfuerzos de Moon por la distensión deberían ser atendidos. El presidente surcoreano llevó a la pasada Asamblea General de la ONU su deseo de que se firme la declaración de fin de guerra, una declaración política que no supone ningún compromiso más allá del reconocimiento de que los enemigos han puesto fin a sus hostilidades, pero que puede ser un paso crucial hacia un acuerdo de paz jurídicamente vinculante que reemplazaría al de armisticio.

La infructuosa búsqueda de un acuerdo de paz con EE UU desde los tiempos de Kim Il-sung, fundador de la dinastía comunista norcoreana, fue quizás la razón más poderosa por la que el régimen decidió dotarse de armas atómicas. El camino de la desnuclearización comienza, según Moon, con la declaración de fin de guerra.

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