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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Ya basta de pachorra

Para algunos Román Rodríguez es un orador ciceroniano, deslumbrante, excepcional; para otros un bocachancla en trance de obsolescencia y cada vez más insoportable.

Yo no sé –francamente– qué decirles, pero parece evidente que el viceRodríguez desconoce esa advertencia de Vilfredo Pareto: solo un 20% de lo que decimos habitualmente mejora el silencio. No me refiero a su gusto por el engreimiento injustificado (anunciar a CC que se dirige a la irrelevancia, cuando NC perdió casi 13.000 votos entre 2015 y 2019 y a duras penas pudo retener sus cinco diputados) sino a algo más grave en época de lacerante crisis económica y social: profetizar bienaventuranzas. Me da la impresión de que el también consejero de Hacienda no repara en que se está convirtiendo en material político combustible y que puede arder como una pavesa en las llamas de su obsesión de prima donna. El presidente Ángel Víctor Torres viaja, se reúne, consuela, estudia, da la cara en las peores situaciones, nada de lo cual, obviamente, garantiza ni aplausos actuales ni éxitos futuros. Pero ahí está. Rodríguez hincha el pechito lobo en la tribuna parlamentaria y suelta tonterías, como que hace una política anticíclica, venga, hombre, no diga más bobadas sobre cosas que no entiende y circule. O lo que es más verosímil: nos explica que lo peor, como siempre, está a punto de quedar atrás. Mentira: si fuera así estaría trabajando en alguna clínica anónima. Es todo un carácter, es decir, un destino. A Román Rodríguez nadie le amarga el desayuno ni le quieta un segundo de la siesta. Sigue actuando como si esto fuera 1999. Alrededor suyo gravita una nube de pelotas y subsidiados, uno de los cuales, que fue portavoz del Gobierno y todo, le dice al oído lo contrario de lo que le comentaba el sirviente a los césares en medio de la celebración de un triunfo: «Román, recuerda que no eres un hombre, recuerda que eres inmortal, y Pedro Quevedo casi casi».

Recordarán ustedes, simples mortales, que el verano pasado, en vísperas del debate de los presupuestos de 2021, Rodríguez adelantó que 2020 sería el año del estancamiento, 2021 el de la recuperación y 2022 el del crecimiento gracias a la feliz combinación de sabias políticas y fondos extraordinarios de la Unión Europa (Rodríguez es consejero de relaciones con la UE, pero apenas ha pisado Bruselas, en unas circunstancias como estas, dos veces en casi dos años y medio). No, no está ocurriendo casi nada de esto. La recaudación del IGIC es un 20% inferior a la de antes de la pandemia –unos 300 millones de euros menos–. Aquí ni siquiera cabe simular la cínica euforia de Elena Máñez, muy orgullosa de la cantidad de contratos basura que se han firmado, visto y no visto, desde principios de año, y que antes, por supuesto, además de insuficientes, se entendían como una vergüenza. Salir de esta va a ser extraordinariamente complejo y fastidioso, y me temo que no bastará con que dejemos parlotear libremente al viceRodríguez y disfrutar de lo bien que combina siempre las corbatas. No son necesarios políticos que se queden en el despacho y repartan cucamente subvenciones. Son urgentes reformas, reformas en las administraciones públicas y los procedimientos administrativos, reformas en el mercado de trabajo, consorcios de actuación entre el Gobierno y los Cabildos que permitan crear empleados eventuales para labores específicas y no utilizando los 30 millones transferidos contra la pobreza para la caricatura de una paga extra, abrir nuevos modelos de contratación, profesores como refuerzo en enseñanzas medias y formación profesional a media jornada, avanzar hacia un sistema de guarderías públicas en colaboración con el sector privado y mucho más. ¿Qué fracasa? Se intenta de nuevo. Todo menos esa pachorra indecorosa y milagrera. Y en La Palma se debe suprimir la insoportable demanda a los afectados para que elaboren un informe sobre sí mismos. Los ministerios, el Gobierno autónomo y los ayuntamientos, que lo saben todo sobre nosotros: deberían mandar los cheques que les correspondan a los afectados. Como en Estados Unidos, Alemania o Japón. Ya está bien. Ya basta.

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