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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

La filosofía sobra en la fiesta

La filosofía cada día pierde más peso en una educación muy ensimismada en encontrar solución a un problema quizás irresoluble: enganchar a los estudiantes al carro de la ocupación laboral. La búsqueda del pragmatismo ha acabado por arrumbar a Sócrates, Aristóteles, Platón, Tocqueville, Spinoza, Marx o Nietzsche de los planes de estudio.

La nueva legislación, la quinta o la sexta, la Lomloe, le mete otro tijeretazo al saber filosófico, que consolida su carácter testimonial y pierde relevancia en la explicación del mundo tal como lo conocemos. La evaporación de los principios, suprimidos o sustituidos por otros, nos ha llevado a absurdos tan diabólicos como a perder las defensas necesarias frente a la desinformación, o a ser simples peones del engranaje de las grandes plataformas digitales. El fin del estudio de la filosofía, cuya festividad se celebra hoy, nos ha convertido en verdaderos esclavos, sin capacidad de respuesta frente a poderosos conductores del entretenimiento que nos han llenado la vida de trampas, incluso mudando de piel: Metaverso. ¿Por qué extrañarnos frente a una laminación progresiva? El pensamiento filosófico es incompatible con este mundo, sería la sustancia que acabaría por fastidiar la fiesta, que, dicho sea de paso, va camino al desastre. Fomentar filósofos es inadmisible, si bien se les tolera para lanzar de vez en cuando un titular periodístico que vendría a ser como la barra del desodorante que oxigena el desenfreno, o bien la conciencia puntual (muy puntual) de un país asediado por una pandemia. Algo de filosofía, pero basta. Por suerte, como buen baby boomer, tuve buenos profesores de filosofía, la mayoría marcados certeramente por la preguntas existenciales de una sociedad dividida y reprimida por la dictadura. Sus clases en las aulas del instituto o en la universidad nos ayudaron, sin duda, a entender qué le había ocurrido a nuestros abuelos y qué le estaba sucediendo a nuestros padres. En conclusión, sus reflexiones nos ayudaron a ser mejores personas, la razón principal para no perder la filosofía.

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