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Ángel Tristán Pimienta

El volcán no tiene sentimientos

Llámese como se llame, cuando los nominadores oficiales se pongan de acuerdo, el volcán palmero en Cumbre Vieja todavía puede dar un susto. O varios.

La realidad es que parece tener vida inteligente: después de la furia y la violencia parece agotado, pierde fuelle, deja de vomitar lava y todos sus derivados sólidos o sulfurosos, hasta que se recupera de repente y vuelve a las andadas. Varias veces ha hecho lo mismo: por el día se apaga, echa gases, y por la noche, al oscurecer, vuelve el espectáculo, decir infernal no es una exageración retórica, de los estampidos y el fuego, y los ríos de lava a más de mil grados que se desplazan con lenta solemnidad hacía el mar.

Un científico me comentaba en el Puesto de Mando Avanzado (PMA) que es imposible saber con certeza cómo y cuándo terminará. En las profundidades de la tierra palmera hay muchos misterios. Los seísmos siguen. Y eso indica que aún pueden pasar cosas. Más que la punta de un iceberg es la punta de un misterio.

Y eso que es quizás uno de los volcanes más monitorizados de los tiempos modernos. Nada que ver con la artesanía del Teneguía, hace ahora casi exactamente cincuenta años. El gobierno canario ha logrado montar un mecanismo que funciona como un reloj suizo, de los de marca. En el Puesto de Mando Avanzado, situado en una antigua fábrica de tabaco, la Japan Tobacco Corporation (JTC) antigua Philips Morris, a unos minutos de la zona cero en El Paso, trabajan al unísono los miembros del Pevolca, la Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Canaria, Unidad Militar de Emergencias, Cruz Roja, Protección Civil, retenes de las policías locales del Archipiélago que, como los bomberos, se van turnando, institutos especializados… todos compartiendo datos.

También se ha montado una especie de torre de control de vuelos, que no es torre sino un compartimento, para ordenar el tráfico aéreo de unos treinta drones. «Una herramienta fundamental», según coinciden todos. A su vez están los ojos del satélite artificial Copernicus que ven desde el cielo, y llevan la cuenta precisa de la extensión del nuevo malpaís y el número y situación de las edificaciones (de todo tipo y condición) y plataneras afectadas.

Mientras tanto, fuera, las instituciones, cada una en lo que le toca, trabajan para, podría decirse, el posvolcán, pero también para las necesidades urgentes o de corto plazo. Para construir casas o para colocar las prefabricadas hace falta primero disponer de suelo adecuado, y de cimientos, agua, luz, alcantarillado…

Y tal y como están las cosas, es muy conveniente un riguroso análisis geológico. Luego hay que adecuar la normativa urbanística, seguir los procedimientos reglados, eso sí, despojados de la burocracia innecesaria, con la mayor agilidad posible. Pero teniendo en cuenta que aquí no funcionan las varitas mágicas, que encima son chinas y de mala calidad. Muy claro, cosa de agradecer, estuvo recientemente el consejero de Obras Públicas Sebastián Franquis: no se pueden construir viviendas sobre esta lava sino en lugares cercanos para mantener el arraigo; hasta pasados unos meses del fin no se pueden abrir carreteras, y las nuevas viviendas no podrán estar terminadas hasta dentro de unos dos años… Es lo que hay.

Existen dos tipos de soluciones que se solapan: las inmediatas, las más urgentes, como procurar medios de subsistencia, ayudas a las personas que lo han perdido todo y a las fincas arrasadas por las coladas en su camino hacia el delta, procurar agua para los cultivos, trayendo potabilizadoras móviles, iniciativas todas en marcha, diseñadas y aprobadas por las corporaciones locales, insulares, por la Comunidad Autónoma, y por el gobierno de la nación… entregar los fondos recaudados en las campañas de donación, en las Islas y en toda España; dar alojamientos provisionales, en una isla con pocas plazas hoteleras y un creciente turismo de oportunidad (los ferris de Fred Olsen y Armas llegan llenos de pasajeros con sus coches y caravanas)… Y las de medio y largo plazo.

Aunque es lógico que los afectados pidan soluciones ya, ese ya no tiene el mismo significado temporal, la misma inmediatez, para todos los problemas. Sobre todo porque aunque todo lo relacionado con la vulcanología ha experimentado un enorme desarrollo en Canarias, técnico y científico, no se estaba preparado para un episodio de estas dimensiones. Como en cualquier catástrofe, ha habido que improvisar. Pero la diferencia, por ejemplo, con un terremoto, como el de Lorca, o con una inundación, por muy grande que esta sea, es que este volcán lleva dos meses súper activo. Ningún terremoto ni temporal dura tanto. Más de 1.400 construcciones afectadas; 7.000 evacuados, casi 200 hectáreas de plataneras arrasadas, 5.100 terremotos, 1.000 millones en daños. Una ciudad exprés de unas 500 viviendas, colegio, polideportivo, iglesia, centro comercial, en fase de diseño para los ex vecinos de Todoque y La Laguna…

Pedir prisa y eficacia a las administraciones está muy bien; es lo que tienen que hacer. Pero pedir un milagro es como el pitorro de una olla exprés: sirve como aliviadero para evitar que estalle. Psicológicamente tiene un valor, claro, y sin embargo la realidad tiene sus plazos.

Las instituciones, y los partidos, están dando un ejemplo (nacional) de responsabilidad: todos están, como suele decirse en frase hecha, remando en la misma dirección. Hubiera sido terrible trasladar el aquelarre populista y radical a esta tierra en este momento de tragedia y amargura.

Tiempo habrá para reflexionar sobre las lecciones aprendidas. Sobre el modelo económico palmero y su urbanismo; sobre las enseñanzas en materia de seguridad y emergencias; sobre la modernización de las administraciones públicas…

Lo importante es tener las ideas claras, y la madurez y seriedad suficientes para entender que lo complejo es incompatible con lo superficial y lo simplista. La verdad es que cuando las cosas se hacen bien, haciendo todo lo que se puede hacer, es un alivio: hay esperanza en medio del caos y de la España de pandereta y odio que nunca muere del todo.

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