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Elizabeth López Caballero

El lápiz de la luna

Elizabeth López Caballero

El arte de Adriana

Lo primero que me dijo Adriana cuando me senté a hablar con ella fue «A las prostitutas nos enseñan a hacer lo que no nos gusta, pero nadie nos enseña a hacer lo que sí nos gusta, y ahora estoy aprendiendo». Esas palabras, tan llenas de sufrimiento y a la vez de esperanza, llevan acompañándome desde el día de nuestra conversación, cuando recogí un marcapáginas precioso que le había encargado. Adriana es una superviviente de la trata de personas con fines de explotación sexual. Tiene la mirada triste, porque hay horrores de los que uno no consigue desenredarse, y la sonrisa increíblemente brillante. Esta guerrera ha descubierto que con su paleta de colores puede pintarse una nueva vida y que la pena que arrastra le da fuerza a cada uno de sus cuadros. Adriana también me dijo que durante mucho tiempo se había sentido muy poquita cosa y les puedo asegurar que tiene un talento tan grande que no le cabe en el alma y se va derramando a su paso, porque eso es Adriana: puro talento, sensibilidad, arte y humildad infinita. Escribo este artículo y no puedo evitar que la sensación de orgullo me invada al ver cómo mujeres que han sido engañadas, explotadas, maltratadas por los hombres –y por la vida– siguen sacando fuerzas cada mañana para cumplir los sueños que una vez les robaron. Porque les aseguro que cada una de las mujeres que están en situación de prostitución tienen sueños, sueños preciosos, sueños por los que luchan día a día, desde conseguir dinero para pagar la terapia para un hijo autista no verbal, hasta publicar una novela e ir escribiéndola en un burdel entre cliente y cliente. ¿No se merecen todo nuestro respeto y nuestra admiración? El mío desde luego lo tienen. Adriana también me contó que a ella nunca nadie le había preguntado «¿Cómo estás?» o «¿Qué necesitas?». La primera vez que se interesaron por ella lo hicieron las trabajadoras del Centro Lugo de Cáritas, y quizá sería bueno que, como colectivo social, en lugar de juzgar y estigmatizar a estas mujeres por lo que hacen, nos preguntemos qué obstáculos sociales las han colocado ahí y, sobre todo, no nos olvidemos de cambiar el foco y de ponerlo en los verdaderos responsables: los puteros y los proxenetas. Aprovecho esta columna también para invitarles a visitar su exposición «La hija PUTAtiva inDESEADA» en el Real Club Victoria del 16 al 26 de noviembre, les aseguro que saldrán de allí con la resiliencia latiéndoles en la piel.

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