La Provincia - Diario de Las Palmas

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Lamberto Wägner

Tropezones

Lamberto Wägner

Breverías 95

Suelo ser receptivo a ciertas lisonjas. Por ejemplo cuando me felicitan por mi aparente buen estado de salud o inmejorable aspecto. Hasta que lo estropean todo con la letal apostilla:»...bueno, para tu edad, claro...».

Y digo aparente aspecto, porque realmente la tecnología moderna nos brinda el perfecto camuflaje para la mayoría de nuestras miserias. Por ejemplo las firmas de ayuda auditiva suelen notificar a sus potenciales (y casi siempre provectos) clientes el último grito de sus audífonos, cuyo menos disimulado argumento de venta es su invisibilidad. Estamos a años luz de los mamotretos que podíamos observar en los daguerrotipos de nuestros bisabuelos, donde entre el sordo y su interlocutor solía interponerse una aparatosa trompetilla.

De igual modo las escandalosas gafas para miopes con cristales de culo de botella han dado paso a las lentillas, ocultas dentro del globo ocular, y a veces hasta con colores a gusto del consumidor. Vanitas vanitatis...

Por no hablar de la infinidad de aplicaciones pilosas para disimular incipientes, o terminales alopecias. Aunque hoy día la calvicie no tiene las connotaciones de antaño; por el contrario es a veces deseada, y cualquier moda pasajera fomentada por el séptimo arte puede alumbrar la presencia de hordas de ciudadanos cocolisos cuyas cráneos parecen pulidos y encerados.

Empero a mí no me extrañaría que las tradicionales pelucas de la justicia británica tuvieran por objeto principal restituir a las calvas de los magistrados la dignidad arrebatada por la humillante caída prematura de los cabellos de sus señorías.

¿ Y qué me dicen de la estatura? Es obvio que en general lo grande tiene mejor predicamento que lo pequeño. Y más en estos tiempos en que la estatura, merced a un mejor nivel de vida y una más sana alimentación, se ha disparado, colocando a los adultos menudos en patente desventaja a la hora de hacerse un sitio en nuestra sociedad.

Pues también aquí las técnicas modernas vienen en nuestra ayuda. Si se fijan en aquellos personajes que por su cargo o condición han de aparentar un empaque que su estatura no les brinda, verán que no les faltan recursos.

A título de ejemplos, con un par de políticos bastan: un ex presidente francés, pese a su corta estatura y gracias a unas ingeniosas plantillas invisibles en sus zapatos conseguía no sólo parecer más alto, sino ganarse los favores de una famosa artista de la canción.

O el de un presidente de una nación sudamericana, que gracias a un rumboso sombrero vernáculo consigue hacerse visible en cualquier grupo de personas de estatura media, segura-mente cautelarmente conminadas a evitar cualquier tipo de cubrecabezas para la ocasión.

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