Los embates de lo que se perfila como una nueva oleada del Covid-19 han llevado a los países europeos a observar de cerca los movimientos de Alemania y Austria, sumidas en una espiral imparable de casos, para atajar unos contagios atribuibles a la resistencia a la vacuna. Sin llegar al nivel del confinamiento planteado por la llamada regla 2G germana (vida social sin restricciones sólo para los vacunados), las autonomías españolas empiezan a apuntarse al modelo de la exigencia del pasaporte covid para el acceso a los locales de ocio, medida por la que también ha optado Canarias a la espera de reciba la ratificación judicial. En caso de obtener el siempre complicado beneplácito judicial del Tribunal Superior de Justicia de Canarias sería la primera vez que la Sanidad canaria trata de cercar a los no inoculados en un contexto internacional volcado en dicha prioridad: Macron, en Francia, ha regulado la vacunación obligatoria de todos los trabajadores que tengan contacto con terceros, y algo similar ocurre en Italia, mientras crece la opinión pública de que hay que ir hacia la inmunización total por mandato legal.

Canarias ha optado por una orden híbrida a la hora de instaurar el certificado Covid. De llevarse a la práctica la solicitud del pasaporte, los bares, gimnasios o locales de eventos que lo hagan podrían acogerse a menos restricciones. La casuística a emplear sería el acceso a una reducción del nivel de alerta, de manera que el ocio de Gran Canaria, Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro, todas ellas en el estadio 1, quedarían libres de limitaciones de aforo, según la Consejería de Sanidad. Es evidente que se trata de un protocolo negociado con el sector de la hostelería para evitar un temido recurso judicial que pueda frenar la regulación.

En un escenario de permanente ascenso de casos, especialmente en Gran Canaria, la herramienta del pasaporte Covid resulta clave y disuasoria, sobre todo para que ese porcentaje reacio -en torno al 10%- se acerque de una vez por todas a los puntos de vacunación a recibir su dosis. Una buena estrategia es también publicitar los datos diferenciando entre vacunados y no vacunados, algo que ya hizo la semana pasada el Gobierno canario imitando al Ministerio. El grueso de los no inoculados no es dramático -hay que descontar a los menores- frente a los porcentajes de Alemania o Austria, donde existe una gran influencia negacionista. Canarias, en todo caso, necesita una radiografía de ese sector de población que consta como no vacunado o que lo están a medias, entre los que nos podríamos encontrar con personas mayores que tienen miedo, o bien con beneficiarios que no han podido acceder al tratamiento por una situación de marginalidad.

El modelo de pasaporte covid canario necesita del compromiso del sector en cuanto a su cumplimiento, puesto que de nada serviría que los locales y eventos consigan librarse de las restricciones sin que con anterioridad se le haya solicitado a la clientela la certificación correspondiente. Hostelería y ocio deben volcarse durante la afluencia prevista por la fiesta de Navidad en el cumplimiento de la medida, y corresponde a los servicios policiales designados vigilar si el aforo del espacio ha pasado por el filtro antes de recibir la consumición. Un relajamiento en la aplicación de la norma echaría por tierra lo conseguido hasta ahora, además de consolidar la curva de los casos, con el consiguiente efecto presión sobre los servicios de asistencia hospitalaria, en particular sobre las UCI, donde el 50% de los ingresos por la pandemia son de personas que no han recibido ninguna vacunación o están a medias.

La otra piedra angular de la que dispone Canarias para afronta la cuarta ola está en el control de las llegadas a aeropuertos y puertos. A partir de diciembre vuelve la petición de los certificados covid, una medida inevitable en el ámbito de los desplazamientos turísticos dada la situación de alerta que se vive en algunos países emisores, tradicionales en el negocio turístico de Canarias. Las medidas cautelares anunciadas por el Gobierno regional deben buscar la armonía con el crecimiento económico, un empeño que no le puede llevar a renunciar a la utilización de los instrumentos que sean necesarios para la protección de la salud de los canarios. Un control fechaciente en los puntos aeroportuarios de entrada y salida evitará limitaciones dañinas para el sector turístico.

La nueva variante descubierta en Sudáfrica llamada B.1.1.529, conocida por «ómicron» en el seno de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es otro de los motivos de alarma para Europa y para la intensificación de las prevenciones. Bruselas lanzó esta semana la propuesta de limitar a nueve meses la validez de las vacunas. La consecuencia inmediata, aparte de en lo que se refiere a la salud de la persona, es tener que optar a una tercera dosis de refuerzo para mantener vigente el certificado. El anuncio de la modificación, no obstante, ha quedado apagado con el llamamiento de la Comisión Europea al cierre de fronteras con la zona sur de África. La nueva variante sudafricana no es una buena noticia para Canarias, se trata de un continente que está frente a las Islas, aunque en un país cuya vecindad no es próxima al Archipiélago.

Pero sólo hay que recordar que la pandemia surgió en la distante China para encender ahora las alertas frente a lo qué pueda suceder en un lugar de mayor cercanía. Lejos del dramatismo y en favor del equilibrio, esta cuarta oleada plantea nuevos retos a Canarias, de un cariz diferente a los ciclos anteriores de la pandemia. La tendencia a reforzar los controles contra los no vacunados, generalizada en el ámbito de la UE, debe ser una prioridad, especialmente en las Islas por la vulnerabilidad a la que se enfrenta por ser un enclave esencial de la economía turística y por una situación geográfica que favorece la movilidad internacional. Pero el desafío más alto está en el funcionamiento efectivo de las limitaciones acordadas, cuyo objetivo es frenar una espiral que podría desembocar en situaciones de emergencia como las de tiempos no tan pasados. Los porcentajes de no vacunados son relativos en cuanto a sus efectos: hay que tener en cuenta la expansión del virus que puede provocar una sola persona en un evento multitudinario o simplemente familiar. No es una mera hipótesis, está más que comprobado por la ciencia.