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In memoriam

Almudena en la memoria

Almudena Grandes JOSE LUIS ROCA

Una de las grandes ventajas de la creación artística, literaria, es la conjuración del olvido, la permanencia más allá de los límites de nuestra exigua y frágil condición humana.

Afirmación que no por obvia cobra un sentido especial en el fallecimiento de Almudena Grandes Hernández, acaecido el 27 de noviembre. Pocos escritores y escritoras han concitado tan unánimes reconocimientos y elogios como ella en todos los medios de comunicación y redes sociales, que evocan lejanamente el multitudinario adiós a su amado Benito Pérez Galdós aquel frío 5 de enero de 1920 en Madrid, que recientemente hemos recordado.

Numerosas voces, especialmente de amigos, han recordado su grandeza literaria, su inmenso talento, su compromiso político, social y literario, su fortaleza física y ética, su inusual coherencia, su amistad verdadera, su sencillez, su cercanía, etcétera. Sumándome a todos los elogios recibidos y a las declaraciones de que verdaderamente faltan las palabras para enumerar todas sus virtudes, quiero recordar aquí las tres veces que estuvo invitada en la Casa-Museo Pérez Galdós, en especial la última visita en 2018.

Nos desgranó en detalle su descubrimiento de Galdós en los veranos de su adolescencia y a partir de este momento crucial su conversión en ferviente admiradora y militante defensora de su obra y de su magisterio.

Se debió a su adolescente y casi mágico hallazgo, como se tiñen todas las cosas en esa etapa vital y en especial el descubrimiento de ciertas lecturas, en la biblioteca de su abuelo, en la Sierra de Guadarrama, de las obras completas del autor, editadas por Aguilar en 1941. Como ella solía recordar en las entrevistas cuando le preguntaban por sus inicios en la lectura y en la literatura, la primera obra que leyó fue Tormento y a partir de aquí toda la obra, que ha revisitado en más ocasiones.

Nos habló también de que don Benito había trazado un plan para ella, de su compromiso social a través de la literatura, de Galdós como modelo y referente, que la guiaría en el proyecto de sus también inconclusos Episodios de una historia interminable, de la capacidad de la literatura para contar la Historia de un modo más próximo con la imbricación y equilibrio entre grandes hechos históricos y experiencia en la primera persona de ciudadanos corrientes.

De aquella inmensa presencia quedó el recuerdo imborrable entre los asiduos al museo, porque pocas veces la casa estuvo tan llena como aquel 15 de noviembre de 2018, cuyas palabras reverberaron en todo el espacio durante las casi dos horas de su intervención. Gracias, Almudena.

Acerca de su militante galdosismo, una observación atenta de su obra así lo constata. Para empezar, se podría hablar de la dimensión social y pública de la escritura de Almudena, tanto en la ficción como en sus artículos de prensa, que hunde sus raíces en el proyecto literario galdosiano. Ella ha afirmado en numerosas ocasiones que concibe la novela como un medio para contar aquello que se oblitera en los discursos oficiales, en su sentido más amplio, aquello que permanece en la sombra de la memoria colectiva o aquello que pasa de puntillas en la enseñanza reglada de la Historia Contemporánea en nuestro país.

Frecuentes han sido sus apreciaciones acerca de España como país anómalo en el poco juicio, respeto y conocimiento de los olvidados republicanos o de los militantes antifascistas durante el franquismo en el relato oficial. Ella entiende la literatura, no solo como lógico entretenimiento en primera instancia, sino en mayor medida como un compromiso con la historia y con la construcción de la memoria de la nación.

Licenciada en Historia, Almudena ha comprendido con acierto las lagunas en nuestro conocimiento del pasado, especialmente el del siglo XIX, que, a su juicio, tanto se parece al presente. También ha comprendido cómo el conocimiento del pasado es una necesidad para entender el hoy, en lo que coincide con Pérez Galdós.

Este, aparte de crear un modelo de novela histórica innovador frente al Romanticismo, supo radiografiar la historia de su siglo por entender su dimensión pedagógica, por su compromiso intelectual y político y por defender la historia como herramienta de avance y mejora del país desde sus posiciones ideológicas progresistas. Almudena es también la única escritora actual en acometer una empresa semejante en sus Episodios de una historia interminable, en la estela galdosiana, sin olvidar a Max Aub o a Arturo Barea.

Ambos vieron las posibilidades de la ficción novelesca para alumbrar aquellos episodios de la historia alejados del conocimiento común. Ambos atisbaron las posibilidades de contar el pasado inmediato con el propósito de situar en primer plano los hechos históricos relegados. Almudena traslada a la ficción hechos históricos hasta ahora nunca narrados, salvo algunos pocos títulos, con la intención de visibilizar una parte de la historia, como llevó a cabo también Pérez Galdós.

La memoria de algunas figuras del PCE, como Jesús Monzón, la desconocida invasión del Valle de Arán por guerrilleros comunistas (Inés y la alegría, 2010), la historia de los guerrilleros de la inmediata posguerra en un pueblo jienense (El lector de Julio Verne, 2012), la resistencia clandestina en los años 40 (Las tres bodas de Manolita, 2014), la lucha clandestina de impostores y espías en auxilio de los más de 800 nazis, dictadores y genocidas que estaban protegidos en España (Los pacientes del doctor García, 2017) y la rebeldía de algunas personas contra las brutalidades del régimen (La madre de Frankenstein, 2020) son los asuntos abordados con el claro objetivo de narrar unos episodios nacionales contemporáneos al modo galdosiano, de narrar España en otra clave.

Entre otros aspectos concomitantes está el protagonismo que las mujeres ocupan en sus respectivas obras. Que las mujeres son personajes centrales en la obra galdosiana es sabido por la mayoría, también en los episodios. En el caso de Almudena también lo saben sus lectores.

Su militancia feminista es bien conocida. Su cuestionamiento de los lastres que arrastra España también. Para ambos fue capital el tratamiento de España como problema en sus trayectorias literarias. Basten estas breves referencias, entre otras muchas, para ilustrar la presencia de Pérez Galdós en la obra de Almudena Grandes, que a buen seguro seguirá disfrutando y compartiendo con Pérez Galdós, si existe la eternidad.

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