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Vislumbres de los nuevos mundos

La hipertrofia de los miedos

Según declaraciones recientes de Josep Borrell, Alto Representante de la Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea, Europa está en peligro. Otra señal de alerta que viene a sumarse a la sanitaria, económica, energética, climática, social y, además, en Canarias, a la volcánica.

Quizás deberíamos plantearnos no abundar en los paisajes apocalípticos que se dibujan desde las distintas administraciones y medios de comunicación, sin por ello obviar la realidad, ya suficientemente gris. Sabemos que un estado de alarmismo permanente puede llevar más que a la acción al desasosiego y a un desánimo que finalmente desemboque en la parálisis. Si queremos actuar contra las dificultades no podemos dibujar un escenario catastrófico en el que podamos llegar a pensar que nada se puede hacer y al que solo cabe adaptarse.

Es tal el aluvión de noticias negativas que muchos ciudadanos han optado por refugiarse en sí mismos, no participando en las transformaciones de una realidad que se muestra, en estos momentos, tremendamente hostil. Estamos asistiendo a un cierto desprecio por el futuro y un anclaje único en el presente más inmediato que algunos llaman presentismo. Uno de los efectos de este proceso es el debilitamiento de la esperanza y de los fundamentos que la hacen posible.

La esperanza requiere soñar un mundo, una realidad mejor y se proyecta forzosamente hacia el futuro. Si renunciamos a la esperanza de superar las dificultades la vida social y personal puede caer en una atonía que haga más difícil reflexionar sobre los aspectos de nuestra sociedad a cambiar.

Desde el miedo al apocalipsis no se puede construir una respuesta racional a los desafíos que nos encontramos. Pero esto no implica que no debamos descubrir la dimensión real de los problemas a resolver. Es un difícil equilibrio que debe trasladar a la ciudadanía un discurso de esperanza que no reduzca la alerta pero que no la convierta en desbordante. Es prácticamente imposible, hoy en día, acercarnos a la información sobre la sociedad y el mundo sin tener la sensación de que un tsunami se nos aproxima.

El miedo según la RAE es una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. El miedo se ha convertido en la herramienta de concienciación omnipresente para tratar muchos de los asuntos relevantes de la realidad. Podemos decir, metafóricamente, que se ha producido una hipertrofia de los miedos. El miedo podría llegar a ser incluso útil si nos hace más prudentes o despierta nuestro interés sobre algunos aspectos vitales. Pero la intensidad desorbitada del mismo bloquea y nos desarma.

Si el Titanic se hunde y no podemos salvarnos en sus botes, podríamos sentarnos a escuchar hasta el final la orquesta, aunque de poco serviría, pero ritualizaría nuestra despedida. No podemos abandonarnos a lo ineluctable porque, a pesar de los discursos del miedo, pocas cosas son completamente inevitables. Me preocupa y entristece ver cómo se usa y abusa del miedo para ganar influencia o poder, pues ya la vida cotidiana, para cada vez más, presenta suficientes escollos y desvelos como para azuzar en ellos miedos que se deslizan, no pocas veces, al terror, grado sumo del miedo.

Mantengamos una aproximación a la realidad equilibrada, que no renuncie a un conocimiento transparente de la misma y de los peligros que entraña, pero sin hundirnos en el fango del catastrofismo. Huyamos de un mero presentismo que renuncia a la esperanza de un futuro, en cierta medida labrado por nosotros. Conocimiento sí, pánico no, pues, debemos mantener la cabeza fría para analizar correctamente este laberinto en que se ha convertido el mundo nuevo que está surgiendo y que tenemos que contribuir a modelar.

Es el tiempo de recobrar cierta dosis de utopía, de utopías razonables y razonadas, que eviten el pensamiento mágico que nos puede conducir a los totalitarismos pero que no renuncien a la esperanza de un mundo mejor. Porque la esperanza es un ingrediente básico para construir la ilusión y huir de una sociedad de la mera supervivencia.

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