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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Torres, el gomero y el zombi

Queda más de un año para la convocatoria de las elecciones autonómicas y locales de 2023, pero ya se comentan alianzas, acuerdos, aproximaciones, quítatetupaponermeyo y etcétera.

A ustedes quizás le parezca demasiado pronto, pero ya me dirán a qué se van a dedicar los políticos mientras nos sonríen derrochando dientes y optimismo. Pues a lo de siempre: a su infinita reproducción desafiando el principio darwiniano de la supervivencia del mejor dotado. En el PSOE van sobrados, naturalmente. Los psocialistas han encargado una encuesta electoral – al mismo caballero listísimo que se las hace a CC – y aunque todavía está en el horno ya les han adelantado que Ángel Víctor Torres saca un mínimo de treinta diputados como treinta soles achicharrando Arucas. El PSOE ya casi da por ganadas las elecciones regionales. Coalición Canaria fue una gripe que duró un cuarto de siglo, pero ya pasó. Claro que si los psocialistas consiguen la friolera de treinta escaños será vampirizando a UP y a Nueva Canarias. ¿Dónde conseguirán otra media docena? Entre tan abstrusas preguntas se continúa galanteando a Casimiro Curbelo, obscuro objeto de todos los deseos. Como es muy listo, el mandamás de ASG no ha prestado ninguna atención a la supuesta oferta de concurrir juntos a las autonómicas y municipales, pero para no parecer antipático, le ha comentado a Torres que le parecería muy bien estudiar candidaturas conjuntas al Congreso y al Senado cuando toque, uf, cuando toque. Al Senado por La Gomera, alguien de la ASG, lo mismo que el número tres al Congreso. En el fondo son juegos inocentes y el propio Torres los practica porque mientras está hablando con Curbelo de candidaturas o de Visocan o de Sebastián Franquis –lo que viene a ser lo mismo – el gomero habla con otra gente.

Por ejemplo, con Román Rodríguez. Desde que fundó Nueva Canarias –con tal derroche de medios que parecía el SPD alemán: un locurón inexplicable – Rodríguez entra en trance cuando se aproxima el final de la legislatura. Se transforma en un zombi con corbata de seda que comienzan a devorar cerebros de partidetes diminutos. Su propósito es el mismo desde los comienzos: buscar socios electorales buenos, bonitos y baratos. Se recordará que entre los mismos estuvo Ignacio González, alias Nacho, que le había comprado el Centro Canario Nacionalista a Lorenzo Olarte en cómodos plazos, y que en medio de un complejo asunto judicial se disolvió en el siroco para nunca más ser visto por estos andurriales. O Fabián Martín, el hijo de Dimas Martín, exemperador cebollero de Lanzarote encarcelado en Tahíche por media eternidad, Fabián, pibe, que parecía un esclavo en La corte del Faraón, vicepresidente del Cabildo conejero y presidente del PIL que no tiraba siquiera de la cisterna sin consultarlo con su padre. Sí, hombre, si incluso salió diputado. Eso sin contar con plataformas municipales y agrupaciones electorales mefíticas que Rodríguez cogía de charcos pringosos como pejeverdes agónicos y se metía en los bolsillos sin mirarlos dos veces. Claro que a los tres meses empezaban a heder y alguien tenía que sacarlos. El objetivo final era el mismo: conseguir de una maldita vez que NC no fuera un partido exclusivamente grancanario. No ha habido manera, pero insiste. Ya se acercó a Curbelo, pero nada tiene que hacer ahí. Ahora –en realidad desde hace tiempo – le mordisquea la oreja a Juan Manuel García Ramos. No parece avanzar demasiado. Puede consolarse, al menos, con el acuerdo que el siempre paternal Torres ha admitido: que Pedro Quevedo vaya de nuevo como número dos en la lista del PSOE al Congreso cuando toque. Es muy divertido. ¿Cuántos nacionalistas conocen ustedes capaces de incorporarse sin pestañear en las listas electorales del PSOE o del PP? ¿Se imaginan a un nacionalista vasco, catalán o gallego practicando tan cínica payasada? No, yo tampoco. Pero Rodríguez sí. Y Quevedo ni les cuento.

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