La Provincia - Diario de Las Palmas

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Reflexión

‘Terra incognita’

En los mapas antiguos se imprimía una inscripción que decía terra incognita. Tierra desconocida. Un territorio todavía no explorado. Un espacio solo visible en nuestra imaginación. Y aunque en los mapas modernos no se señale ya ninguna tierra inexplorada, habría que incluir nuevamente esas dos palabras. En el caso de España, una parte importante de nuestros 8.131 municipios todavía no han sido descubiertos ni explorados por millones de españoles. Son para ellos terra incognita.

Hoy es urgente reflexionar acerca de cómo abordamos el reto demográfico y la despoblación. El 72 % del total de los municipios de nuestro país tiene menos de 2.000 habitantes. Y la mitad de éstos, tiene menos de 500 habitantes. Sin embargo, el 52% de los españoles vive en ciudades de más de 50.000 habitantes. Además, en la última década, la España interior, la que no tiene costa, ha perdido un cuarto de millón de habitantes. Es decir, el despoblamiento ha avanzado

Por ese motivo, creo que es necesario un esfuerzo colectivo y solidario, que rompa el ciclo de la despoblación. Si queremos tener un futuro para todas y para todos, no podemos admitir que la gente sea un bien escaso en una parte importante de los pueblos de España Es innegable que el reto demográfico es una prueba de fuego para nuestra democracia. Y debemos abordarlo con decisión y audacia.

En ese mismo sentido, hay que señalar otro desafío importante. Me refiero a la particular incidencia que tiene el despoblamiento en el caso de las mujeres. No me voy a referir a la masculinización del trabajo agrario que todos conocemos, sino al fenómeno del llamado «exilio ilustrado». La causa de que miles de mujeres que se han marchado a la universidad no puedan regresar por la falta de oportunidades laborales en sus pueblos. Mucho talento perdido para el mundo rural. Demasiado.

Otra reflexión imprescindible tiene que ver con el necesario respeto mutuo en la relación del mundo urbano y el mundo rural. Las políticas urbanocentristas han ido incrementado la distancia con que se mira a la España que no pertenece a las grandes urbes.

Seguramente, muchas y muchos españoles habitantes del mundo rural se sentirán muy identificados con lo que os voy a contar. Mi hogar está en Valle de Mena, en el norte de la provincia de Burgos, municipio de menos de 4.000 habitantes. Cuando me preguntan dónde está mi casa, no en pocas ocasiones he escuchado eso de ¡Uf, que lejos! Lejos de qué y lejos de dónde. Es una cuestión de perspectiva, de mirada.

Esa mirada histórica, la del urbano-centrismo, es una de las causas, sin duda complejas, que han producido el caldo de cultivo de la España vaciada y ha ampliado la distancia entre lo urbano y lo rural. Una distancia que no se mide solo en kilómetros. Se mide también en políticas y en recursos. Y se mide también en reconocimiento y en visibilidad.

Debemos tener una mirada nueva para construir juntos una España equilibrada, armoniosa y sostenible donde se asegure la igualdad de oportunidades del conjunto de la ciudadanía, independientemente del lugar donde hayan elegido vivir o donde les haya tocado en suerte.

Hay que contribuir a vertebrar el país en clave solidaria. Construir un relato común en que nadie se queda atrás. Y ese enorme desafío supone dar visibilidad a una parte importante de nuestro país. Una misión que nos concierne a todos.

Estoy seguro de que los Fondos de Recuperación van a servir para establecer nuevas políticas, estrategias y acciones específicas, para la lucha contra la despoblación en los territorios más afectados y para la revitalización socioeconómica del medio rural.

Quiero deciros que hablamos de una cuestión de justicia social, pero también de eficiencia económica

Tengo la convicción de que la reconstrucción post Covid no curará solo las heridas de la pandemia en el mundo rural, sino también las que arrastra fruto de una injusticia histórica; que se le haya dado la espalda durante siglos, generando su despoblamiento y una importante brecha de inequidad.

Me gustaría transmitir desde estas líneas, como presidente del Senado, por supuesto, pero también como vecino de un pueblo, un mensaje de aliento y solidaridad al mundo rural y, en particular, a los territorios más despoblados. Solo si ellos dejan de ser terra incognita, tendrá éxito nuestro proyecto colectivo de país.

La Cámara Alta, dada su especial sensibilidad con los territorios y, en particular, con quienes forman parte de la España rural, es el lugar indicado para constituir un foro de auténtico debate y acuerdo sobre esta cuestión crucial. Aquí nos tienen.

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