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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Garzón juguetea

Intuyo que el ministro Alberto Garzón y/o sus asesores no recuerdan a lo que jugaban de niños, aunque con sinceridad, a veces se me antoja que Garzón sigue jugando, en los últimos tiempos, a ser ministro. Es lo que pidió en las Navidades de 2019 y como se había portado bien inmolando Izquierda Unida a favor de Podemos, se lo dieron: un ministerio. El área de Consumo podía estar cubierta perfectamente con una Secretaría de Estado, pero estoy seguro que comprenderán que no se concede un regalo para que parezca más pequeño sino, al contrario, para que parezca más grande.

Es difícil hacer la revolución desde un Ministerio de Consumo. Es como acabar con la industria armamentística desde el Ministerio de Defensa. Sobre todo cuando se han dicho y escrito cosas como que el consumo es el rasgo predominante que mantiene en funcionamiento el infernal sistema capitalista y el sistema capitalista es incompatible con una ética solidaria y con la supervivencia misma del planeta. El consumo es, en definitiva, el pecado fundacional y posibilitante del capitalismo. Incluso recuerdo a Garzón en una conferencia defendiendo con otros apocalípticos más o menos fumados el crecimiento cero. Igual el señor Garzón no juega con el ministerio con un auténtico espíritu lúdico, divertido y feliz con sus altos cargos, sus coches oficiales y sus gastos de representación. Igual juega con el ministerio por pura desesperación.

Básicamente el Ministerio de Consumo se dedica a hacer campañas. Cuando un responsable político –cualquiera –ordena encargar una campaña es ocioso señalar que lo se debe promocionar, en primer término, es al político. La campaña va dirigida a evitar el sexismo en los juguetes. ¿Por qué a una niña no se le puede regalar una metralleta de plástico? ¿Por qué un niño no puede disfrutar de un cochecito? Me sorprende el tufo decimonónico que desprende toda esta simplonería basurienta. Dejemos a un lado que la construcción cultural de los géneros no es separable –al menos enteramente – de una base biológica cada vez más evidente para los científicos. ¿Cómo cree esta gente que juegan niños y niñas? Inventando. Desarrollando su capacidad de simbolización. Los juguetes no son veneno ideológico que manchan sus inocentes manos. Recuerdo por ejemplo a mi amigo David. A David le gustaba, como a otros muchos colegas, jugar con sus soldados a todas horas. Pero, a diferencia de otros, sus soldados, las historias que imaginaba para sus tropas de plástico, le excitaban bajo la cintura. David terminó de odontólogo en Florida –emigró cuando Chaves llegó al poder – y ya ha tenido tres maridos. No creo que soporte a un cuarto, por cierto. ¿Y Susi? Susi utilizaba su cubertería zalameramente y te invitaba a un imaginario té a los 11 años para abalanzarse sobre los chicos que le gustaban. Tal vez los estereotipos de género eran más rígidos a principios de siglo. Hoy lo son mucho menos y tanto la diversión como la crueldad pueden adoptar formas y aficiones muy distintas. Hoy la amenaza más brutal no la representan las viejas muñecas y las anacrónicas pistolas sino los teléfonos móviles y la creación de esclavos digitales que no pueden pasar diez minutos desprovistos de sus cacharros electrónicos sin sufrir lo indecible.

El ministro Garzón y sus asesores seguro que tiene hijos, pero tampoco parecen que pasen mucho tiempo con ellos ni que compartan tardes o mañanas de juegos. Porque entonces descubrirían cosas sorprendentes en la vivencia actual de los roles de niños y niñas y no se les ocurriría intentar educar sus gustos, sus decisiones y sus elecciones desde un Ministerio de Consumo. Descubrirían, en definitiva, que no es ni remotamente asunto suyo. Tener todo un ministerio para jugar y asumir eso debe ser muy duro.

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