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Xavier Carmaniu Mainadé

entender + CON LA HISTORIA

Xavier Carmaniu Mainadé

Mujeres contra misiles

Se conmemora el 40º aniversario del inicio del campo de la paz de Greenham Common. Es una historia muy poco conocida en nuestro país y que vale la pena recuperar, porque tiene puntos de contacto con temas actuales.

Estos días, una de las obras estrella de la cartelera navideña en Barcelona es el musical Billy Elliot, donde se cuenta la historia de un niño de 11 años que sueña con llegar a ser bailarín, a pesar de la oposición de su entorno. La trama se desarrolla en la Inglaterra de los años 80, en un pueblo minero en el que los trabajadores hacen huelga para protestar por los recortes del Gobierno conservador.

En realidad, Billy Elliot es una manera de aproximarse y entender el Reino Unido de la época de Margaret Thatcher. La conocida como Dama de Hierro dirigió el país durante toda esa década y parece que haya sido la única mujer protagonista de la historia británica de los 80. No es cierto.

Aunque no es demasiado conocido, en el Reino Unido durante esos mismos años se vivió un movimiento feminista en las antípodas de lo que defendía el Partido Conservador de Thatcher. Hace cuatro décadas, en 1981, se anunció que en la base militar de Greenham Common se instalarían misiles nucleares del Ejército de EEUU. La base había empezado a funcionar durante la Segunda Guerra Mundial y con la Guerra Fría seguía sirviendo bajo el paraguas de la OTAN.

La carrera armamentista entre Moscú y Washington era desaforada, siempre con la obsesión de tener un arsenal más mortífero que el del enemigo. Pero al igual que militares y políticos participaban de este juego macabro, la sociedad reaccionaba y se organizaba para protestar. Sin embargo, en ningún sitio como en Greenham Common.

Cuando se supo la noticia de la instalación de los misiles, el grupo de Mujeres de la Vida en la Tierra organizó una marcha desde Gales. Querían hacer oír su voz contra la proliferación de armamento nuclear, pero cuando llegaron a la base militar se dieron cuenta de que eso no era suficiente. Nadie haría caso a una excursión de mujeres anónimas. Así que decidieron quedarse y bloquearon las nueve puertas del complejo militar. Acababa de nacer el Greenham Common Women’s Peace Camp, que se mantuvo en funcionamiento hasta el año 2000.

Lo que empezó como una protesta antinuclear se convirtió en uno de los episodios más destacados del feminismo global de finales del siglo XX. Funcionaban de forma autogestionada y asamblearia, sin liderazgo individual, pero con algunas normas claras como que los hombres (en general, había pocos) no podían quedarse a dormir. Ahora que se habla tanto de entornos seguros y sororidad, estas mujeres lo pusieron en práctica hace ya cuatro décadas.

No hace mucho, una de las activistas, Jane Powell, plasmó sus vivencias en un artículo para openDemocracy. Sin romanticismos, explica la dureza de la vida en el campamento, en un entorno húmedo y embarrado, con algunos soldados lanzándoles piedras desde el otro lado de la valla, con la policía desalojándolas y los vecinos del pueblo más cercano haciendo razias para destrozarles las tiendas. Sin embargo, persistían e inspiraron a otros movimientos feministas y pacifistas en toda Europa y América. También empezaron a recibir atención mediática en su propio país, sobre todo a partir de 1982, cuando con la acción Embrace the base consiguieron organizar una cadena humana de 30.000 personas, que rodeó los 19 kilómetros que hacía el perímetro de aquel complejo militar.

A pesar de la presión, las autoridades no dieron su brazo a torcer y los misiles continuaron en el mismo sitio hasta que los estamentos militares decidieron que ya no eran necesarios. Era 1992, la URSS se derrumbaba y la Guerra Fría había terminado. Como la base ya no era útil acabó cerrándose, pero parte de las miembros del Greenham Common Women’s Peace Camp se mantuvieron en activo, porque consideraban que había que seguir luchando contra las armas nucleares.

La base se desmanteló definitivamente en 2000 y parte de los terrenos volvieron a manos del municipio de Greenham. Las activistas decidieron poner punto final a su larga protesta, después de que las autoridades se comprometieran a construir un parque memorial para homenajear a todas las mujeres que durante diecinueve años habían luchado por cambiar las cosas.

Resistencia no violenta 

En Greenham se organizaron muchísimas acciones. Algunas muy llamativas, como el asalto a la base de 200 mujeres disfrazadas de ositos de peluche para recordar que el armamento nuclear ponía en riesgo el futuro de las próximas generaciones. Aquel tipo de acciones forman parte de llamada resistencia no violenta, un arma mucho más poderosa que ningún misil.

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