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Ignacio Pardo Luzardo

Tribuna abierta

Ignacio Pardo Luzardo

Cuando tenemos hijos, no podemos escupir para arriba

Llevamos años diciendo que la educación y los valores de los alumnos comienzan desde casa, que si la familia no tiene clara la línea que quieren para el futuro de sus hijos, difícilmente la sociedad o los colegios van a dar lo que los padres o tutores legales no tienen o no saben.

Es cierto que hay de todo, como en la viña del señor, pero ¡qué mala suerte tenemos los docentes!, que siempre nos tocan todos los casos de familias complicadas y difíciles de resolver y a medida que los hijos crecen, las situaciones se vuelven más complejas y las familias menos receptivas.

Si nos ponemos a buscar culpables, seguramente los encontramos donde nos interese para ahondar en todas las grietas que tenemos en esta sociedad occidental hedonista del siglo XXI, en la que ya no se puede corregir a los niños, puesto que se van a frustrar.

Por desgracia se está generalizando de forma exagerada las familias excesivamente permisivas y proteccionistas de sus hijos de forma innecesaria y de respaldar conductas inadecuadas en cualquier momento, justificando acciones perjudiciales para los demás y señalando que si su hijo dice algo impropio o hace acciones inadecuadas, es porque son cosas propias de los niños.

Son cosas propias de los niños que apedreen e insulten a compañeros y a profesores, son cosas propias de los niños que hagan lo que quieran en cualquier lugar, son cosas propias de los niños que no respeten la propiedad privada, porque aquí todo es de todos y por consiguiente pueden romper el mobiliario urbano y acceder a los recintos cerrados, porque no están vigilados. Son cosas propias de los niños que desconozcan los valores y principios democráticos y que solo entiendan justificado por los padres, que libertad es coger lo que quieren del prójimo sin su permiso, alegando siempre desconocimiento de las normas de funcionamiento de nuestra sociedad.

De verdad me duele tanto lo que está ocurriendo en todos los ámbitos, que sinceramente si hubiera una zona del planeta que no hubiera tanto imbécil catedrático de todo, me iría para no tener que ver día tras día tanta estupidez de adultos que no saben ser lo que tienen que ser, personas razonables y con criterio y sentido común, pero me doy cuenta de que este es el menor de los sentidos que tenemos los humanos.

Aquí, ahora como ya no existe el diálogo y el perdón, lo primero que hacemos es amenazar con judicializar nuestras relaciones sociales y personales, cuando pasamos del diálogo y el respeto a las personas que opinan diferente a mí.

Por desgracia, se está reflejando en la sociedad el clima de la crispación e intolerancia que vemos en nuestros representantes políticos. ¿Cómo vamos a pedir cordura y mesura a los jóvenes y a sus familias, si los modelos elegidos democráticamente destrozan todos los días cualquier puente de diálogo y consenso?

Da envidia sana ver como en otros países de nuestro entorno europeo son capaces de aunar esfuerzos en beneficio del país, sin estar tirándose los trastos y la famosa frase del «y tu más».

Hace años que desistimos de crear las famosas escuelas de padres para tratar los temas que les preocupan a los hijos y a los padres, porque cada vez que se hacía una, asistían siempre los que menos lo necesitaban, pero que iban porque querían aprender y estar preparados para las distintas situaciones que se van a ir produciendo con la evolución biológica e intelectual de sus hijos. Pero como en todo lo que vemos en esta sociedad del siglo XXI, aquí tenemos padres catedráticos sin preparación ni experiencia de padres, que saben más que los maestros, que saben más que los médicos, que cualquier especialista, cuyos manuales de referencia son el todopoderoso Google y los grupos de WhatsApp de la clase de su hijo, sí como los programas de debate intelectual de Sálvame Deluxe u otros análogos en diferentes cadenas.

Sinceramente, con esta materia prima poco vamos a conseguir para preparar a nuestros líderes de las próximas generaciones, pues con estas lides vamos a tener que lidiar nuestro futuro y qué miedo me está dando, todo recaerá en unos pocos que sus familias han sabido educar a sus hijos. Podemos tener confianza, pero también vemos la realidad que nos está sorprendiendo cada día y las posturas de no saber afrontar el presente y mucho menos el futuro. Pues eso es lo que nos encontramos hoy en día, con padres y madres que están sentados a un burro, pero justo mirando al lado contrario, al trasero del burro

En este momento tendría que ocurrir un milagro para que se revierta todo lo que estamos viendo en la educación de los jóvenes y adultos. No existe interés colectivo de cambio y que todos sumemos en vez de restar.

No es una cuestión de títulos, sino de valores para conseguir que esta crisis por la que estamos comenzando a caminar y por lo que veo este camino por el desierto se está haciendo muy largo y pesado, si no ponemos remedio a este caos de vida que llevamos. Me da igual quien gobierne, ellos son el problema, no la solución.

El otro día escuché decir a una compañera que le dolía ver que ella había vivido mejor que sus padres, y que sus hijos iban a vivir peor que ella y que sus abuelos. Esta es la sociedad que hemos creado entre todos, pensando que dejábamos todo bien consolidado y la verdad es que todo se ha ido al traste, no se puede hacer ninguna planificación de la vida de nuestros hijos, porque no hay nada seguro.

Actualmente sobrevivimos lo que nos dejan y cada 4 años nos dicen que acudamos a las urnas para cambiar y al final está todo peor, porque nadie piensa en la colectividad, solo se miran el ombligo.

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