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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Almudena Grandes como ‘puching’

La exposición permanente en los medios de comunicación de Almudena Grandes no decae tras su reciente muerte, sino más bien sigue al alza, de la misma forma que se venden sus libros en las librerías. La autora estaba predestinada a ello tras una trayectoria de reivindicación de todo lo que no le gusta al PP. A través del alcalde de Madrid la ha convertido en su puching predilecto para embestir contra la España que representaba: es decir, es su médium para mantener encendida la antorcha frente a los despojos y agravios acaecidos y controlados por las hordas rojas que pretenden revertir el statu quo. En un país donde es necesario hacerse con una espátula para encontrar la rebeldía del intelectual contra el poder, el caso de Almudena Grandes ha pasado a ser un cadáver exquisito. Un manjar suculento tanto para la derecha y sus rencores intestinales, como para una izquierda que no duda en utilizarla de cromo para dar su apoyo a los presupuestos municipales de Madrid. Aún con el crematorio caliente, cargos de un bando y de otro demuestran no tener ni zorra idea sobre los lazos entre la literatura y el lector, ese vínculo emotivo que contrasta con las burradas y chorizadas que se construyen en los abrevaderos políticos. Realmente nos encontramos frente a una situación poco común: búfalos con orejeras enzarzados en una vulgar rencilla, y millones de lectores que adquieren sus libros sin pausa. Este lodazal para dañar a un escritor o un artista no deja de ser una repetición más o menos exacta de otros que se desarrollaron durante el siglo pasado, donde derecha e izquierda enterraron nombres en la miseria para mayor honra de sus ideologías. Almudena Grandes era una devota de Pérez Galdós, un escritor de masas al que también le hincaron sus dientes de tiburón banderías de toda tipo, unos para ponerle la pierna encima y otros para apropiárselo como si fuese el collar de un perro. La discípula del novelista, curiosamente, anda en una guerra similar, aunque, al igual que con el canario, los tipejos/as van por un lado y las letras por otro.

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