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Reflexión

José Martín, un pintor que mira adentro

Hace unos días fui a la isla de La Palma. No fui para ver la actividad volcánica, era el tercer día de su agotamiento. Su rugir de dolor ha estado en mi mente y mis palabras todo el tiempo. En el embarque me encontré con Juan Cruz Ruiz, sin saberlo, sobre todo él, íbamos al mismo lugar. Estábamos invitados por el Ayuntamiento de Tazacorte y la Vicepresidencia del Gobierno de Canarias, para hablar de la obra pictórica de José Martín, que se expone en la Fundación CajaCanarias.

La calle real nos esperaba esa tarde. Celestino Hernández, historiador y Elika Ramos, la poetisa, nos servían de anfitriones y promotores con el CAAM de la obra pictórica de José Martín, y, sirven de arquitectos de un legado pictórico en vías de ser conocido y reconocido, en el centenario del nacimiento del pintor del barranco de Tenisca. Esa tarde antes y durante el acto ocurrieron por azar noticias magníficas: unos alumnos por encargo de sus profesores de la Escuela de Arte Manolo Blahnik, de La Palma, habían realizado un audiovisual para un examen, y asimismo, nos alegramos todos de la salida a la luz, de la publicación de un bello y exhaustivo tomo de la obra del pintor. Se hacía justicia a uno de nuestros creadores. Es un pintor cuya obra atrae a los jóvenes, quedó también demostrado en su exposición en el CAAM en Las Palmas. El arte de José Martín, su decir, está vivo y llega.

En este seminario sobre el pintor, adquirí el compromiso de hablar desde la visión de mi profesión de su obra y su personalidad. Me encontré con una seria dificultad: carecer aún después de décadas de su fallecimiento de una biografía completa, detallada y sustantiva. Hoy podemos descifrar la obra de Frida Kahlo, por ejemplo, su magnífica pintura la «cama», al conocer su trágica biografía. Esta labor de reconstrucción de la vida de José Martín o de Pepe Torres, como le conocían en Tazacorte, está por ultimar. Es imprudente descifrar los sueños de alguien si no se coloca en lo sucedido en la vida diurna y en el significante.

No obstante, algo sabemos y también los sucesos ocurridos en nuestro tiempo nos pueden ayudar a la comprensión de lo que nos preocupa. La historia de la filosofía, desde filosofía, desde Descartes, Kant y Husserl, han centrado el interés en la Filosofía del yo, o del sujeto. La pregunta diana, aún por resolver, o mejor dicho, que adquiere nuevos significados con el tiempo, ha sido: ¿es verdad que tú eres el origen de tus deseos, miedos y temores? Se preguntaría José Martín esto mismo.

Esta pregunta ha obtenido diferentes respuestas en la historia de la filosofía, en Freud, Nietzsche y Marx, en la filosofía de la sospecha. Las personas no son un sujeto independiente de valor propio, sino están sometido a fuerzas fuera de él y más grandes que él. El sujeto está subordinado a la burocracia, la economía, la biología, la falta de voluntad y al lenguaje. ¿A qué está sujeto José Martín? Probablemente a la subjetivación, se refería al proceso contradictorio a través del cual nos constituimos como sujetos y manifestamos nuestra subjetividad aceptada, rechazada, e ignorada.

Si, José Martín, intenta clarificar esta pregunta, que sin saberlo, alguna vez, ha saltado a nuestra conciencia. Él lo que hace es mirar adentro con su pintura, donde su actividad mental circula libre sin confrontarla con lo real, lo cual se recrea en lo fantástico, el ensueño y la imaginación, donde lo simbólico le conecta con los mitos del pasado y lo inmortaliza. La realidad la maneja para conjugar su utilidad y para sobrevivir en un contexto normativo, autoritario y del espectáculo. «Dios ha muerto», sentenció Nietzsche y más tarde, la Escuela de Frankfurt señalaba que la razón, como centralidad de la cultura occidental había muerto, y Lacan enfatizó a un sujeto en la búsqueda, en lo imaginario, lo simbólico y lo real, para cerrar sus fisuras y sus brechas psicológicas para evitar su aniquilamiento.

La pintura de José Martín nos dice algo, a precisar qué es, que está oculto en un lenguaje pictórico, que intranquiliza y seduce. Al caer nuestra retina sobre su obra nos puede incomodar al mover lo que creemos y sabemos y nos hace preguntarnos «si algo se nos puede estar escapando o no llegamos a alcanzar y leer, a alejarse de nuestras sensaciones habituales». Seguramente expresen lo que el pintor intuía, experimentó, y sentía y lo sometía a su propia contemplación y a juicio, no digo al juicio final, de nuestras propias creencias y vivencias. El límite se hacía frágil y el ensimismamiento podría haberse posicionado en su obra.

El mirar hacia dentro lleva a descubrir lo simultáneo del goce y la muerte, y nuestra viceversa pueden ir de la mano.

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