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Lucas López

Reflexión

Lucas López

La quinta de las ocho hermanas

Cuando paseamos por Los Cancajos, desde el día de Santa Lucía, cuando miramos hacia occidente, ya no vemos el penacho de piroclastos de nuestra última erupción del volcán de Cumbre Vieja. Sin embargo, el profundo negro tanto de la ceniza como de las coladas que rompen el paisaje nos recuerdan que el volcán no se apaga para siempre.

Al mirar hacia delante, partimos de una memoria de la que podemos recuperar dos elementos. Primero, que en apenas cincuenta años hemos tenido tres erupciones volcánicas en las islas occidentales, dos en Cumbre Vieja, y nada hace pensar que los próximos cincuenta años tendremos menos. Segundo, que mientras La Palma a duras penas mantiene la población que tenía cuando entró en erupción el Teneguía, el conjunto de Canarias aumenta de forma exponencial. Así que en nuestra Isla, el volcán y su memoria suma sobre cierta sensación de ser de las perdedoras del desarrollismo, para ser, siguiendo a Melendi, la «quinta de las ocho hermanas».

Parece que hay un consenso bastante generalizado e impreciso sobre el futuro económico de La Palma: además de la relevante presencia del sector público, ha de contar con el plátano como cabeza del sector primario agrícola y ganadero y una fuerte relevancia del turismo liderando el sector terciario. También parece que la sociedad isleña entiende que las tecnologías abren oportunidades para atraer perfiles profesionales que, hasta ahora, buscaban su desarrollo fuera de La Palma. Así, sector público más agricultura, turismo y tecnología ponen sobre la mesa un posible consenso que, seguramente, será más complejo a medida que trate de concretarse en los planes inmediatos.

En lo social, quizá podamos hablar también de un consenso sobre el modo de vida de la isla. Queremos conservar un paisaje único que hemos recibido como legado y la naturaleza que nos hace la «Isla Bonita». También, por lo general, queremos conservar el modo de vida familiar y tranquilo que permitiera un mestizaje con las nuevas poblaciones llegadas a la isla sin desgarros ni enfrentamientos.

Se trata de consensos muy generales que pueden entrar en colisión cuando se aplican a la realidad concreta. Los próximos meses y años, nuestras instituciones públicas y las organizaciones de la sociedad civil, tanto las mercantiles como las del tercer sector (sociales no lucrativas), se van a ver sometidas a tensiones lógicas de una tarea desafiante y de soluciones controvertidas. Algunos movimientos ya realizados para posicionar determinadas propuestas, por más que se hagan de modo legítimo, quizá responden más a intereses y oportunidades de parte que a la búsqueda del bien común que debe orientarnos.

Corresponde a las instituciones públicas, como expresión de la participación democrática de la sociedad, ponerse al servicio de las esperanzas, sueños y elecciones de la sociedad palmera impulsando las medidas necesarias para afrontar los efectos del volcán y el sueño de la Isla. Sin embargo, el principio de subsidiariedad, consagrado en el pensamiento social, apunta a que es mejor generar procesos participativos de quienes tienen que protagonizar la historia, que imponer determinaciones que afectarán al conjunto de la población. Debemos, por tanto, sumarnos a las propuestas que usen metodologías comunitarias y participativas que pueden servirnos para incorporar el saber de las ciencias económicas y sociales y, a su vez, escuchar las necesidades y propuestas de quienes están afectados en grado diferente.

Vuelvo a mi paseo por la Playa de los Cancajos. Me encuentro con un local con un cartel sorprendente: «En Todoque desde 1989». Es un negocio familiar que se trasladó hace ya un mes largo desde el cubierto barrio de Aridane. Tal y como me explican sus promotoras, «...no podemos esperar a que alguien nos resuelva los problemas; nos toca ponernos en marcha». El volcán es persistente en sus consecuencias y, además, esta no será la última erupción de Cumbre Vieja (ni de Canarias). Parece oportuno planificar teniendo en cuenta todos los saberes y tratar de aunar esfuerzos limando algunos intereses. Así, la Isla que pasemos a la siguiente generación, no se sentirá la quinta entre las ocho, pero sí una Isla Bonita y amable, que no expulsa a sus hijas e hijos.

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