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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

La Isla vaciada y abandonada

Sólo basta con echarse al monte para constatar que el campo de la Isla aún vive bajo el silencio y el abandono en que la sumió el crecimiento económico de los 50/60 con fugas importantes de población hacía la capital y el Sur turístico.

Se estrena en territorio peninsular la alternativa electoral España Vaciada, donde confluyen el hastío por el escaso margen de beneficio que tienen los agricultores, los efectos contaminantes de las macrogranjas, la carencia de infraestructuras y hasta la ocupación de tierras por la energía eólica y fotovoltaica, por citar algunos de los pesares.

En Gran Canaria, la situación aún es peor: los pueblos del interior, por no hablar de los de la Cumbre, han perdido hace años el carácter comunal para dejar paso a una economía y convivencia basada en la fórmula de la vivienda vacacional, donde el arraigo es inexistente. Esta nueva fuente de ingresos, que ha procurado una segunda vida para caseríos fantasmales, no significa en modo alguno la promoción de un tejido productivo dedicado a la agricultura, sino más bien la obtención de unas rentas cuyo destino no es precisamente el terruño.

El Cabildo con su plan de soberanía alimentaria y el Ayuntamiento con su banco de fincas tratan de revertir una situación donde la agricultura ha pasado a ser testimonial. Una evaporación que tiene, además, una segunda lectura: el deterioro de todo un patrimonio cultural y etnográfico vinculado al modo de vida agrícola, pero también un terrible daño al equilibrio ecológico, asediado por las urbanizaciones y potentes (por no decir descomunales) infraestructuras viarias. La isla vaciada, sitiada por los turistas circunstanciales, también por guaguas que vienen de los hoteles temáticos, podría ser una imagen idílica para la hostelería y restauración, que cada vez más adapta sus horarios de apertura y cierre a este movimiento pendular: decadencia y euforia. Un monocultivo de esta índole acabará desintegrando -más de lo que está- un escenario rural que necesita agarraderas sólidas, lejos de iluminaciones que cercenan el bienestar y el progreso.

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