La Provincia - Diario de Las Palmas

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Antonio Perdomo Betancor

Objetos mentales

Antonio Perdomo Betancor

Estado de sumisión

Con relativa frecuencia, en especial en el transcurso del tiempo Covid, me pregunto por la cuota de libertad de la que disponen los individuos, siendo que, por derecho propio de ciudadanos, son acreedores de valores políticos inalienables. Nos produce especial preocupación que el ciudadano se encuentre desplazado y no ocupe, como debería corresponderle, el centro del debate y la atención política. No solo me refiero por lo que pudiéramos sospechar en primer lugar y que es de seguido, por supuesto, la pesadumbre que la peste covid nos ha impreso, sino que lo creo en el sentido de que en el devenir de este tiempo de las últimas décadas contemplo al ciudadano constreñido progresivamente, es decir, relegado a un papel de mero observador.

Me excuso previamente, si por evidente digo que, en teoría política, el fin de toda acción política se dirige, como objetivo, a desplegar el horizonte de una sociedad más libre y justa, pero, y puede que sean imaginaciones propias y poco compartidas con el resto, sospecho que los ciudadanos se estrellan, cada vez con mayor frecuencia, cuando se trata de expresar sus aspiraciones sociales y políticas, contra los cada vez, más insalvables muros de la incomunicación.

El advenimiento de la modernidad tecnológica-digital fue un momento de certeras promesas de felicidad, pues, al decir de los gurús, casi el ciudadano habría superado la dura, primitiva y tradicional lucha por la supervivencia. Suponía, al decir de sus profetas, la aparición de un hombre nuevo. Un hombre liberado de los rudos y agotadores esfuerzos, tan resuelto y despejado se le ofrecía su futuro.

Para describirlo fácilmente y con un ejemplo que probablemente la mayoría, en alguna que otra ocasión, ha sufrido, en concreto me refiero al diálogo con la administración. En la actualidad la respuesta a la formulación de una solicitud suele remitir a un chatbot que enuncia una leyenda en la que se anuncia, en primer lugar, que por seguridad grabarán su pregunta. La primera observación que me vino a la cabeza, la primera vez, fue de estupefacción. No supe discernir en qué caso una persona corre peligro al elevar una consulta o formular la petición administrativa. Salvado este asunto que para mí todavía constituye un enigma irresuelto, pues nunca previamente en el pasado, que recuerde, se advertía de que estaba en juego la seguridad por una consulta. De lo que se puede deducir que, en un tiempo pasado a esta modernidad tecnológica, estaba en juego nuestra seguridad o expuestos a otros peligros indeterminados, por el mero hecho de una exposición administrativa; o al menos era un peligro hipotético del que no se nos advertía. O antes la administración era irresponsable al no advertirlo o ahora conculca un derecho, el derecho dirigirse sin incurrir en riesgos.

Me excuso por lo evidente: no son personas las que nos responden sino chatbots basados en inteligencia artificial que simulan una conversación. De ello, por principio, se deriva necesariamente un abismo comunicativo. Este incipiente transhumanismo, verdaderamente acaba por instalarse como una pesadilla recurrente, de convertirse en un bucle. Infinito, de repetición sin solución de continuidad, de repetición de lo mismo, del mismo fraseo, de la misma leyenda clonada. Este ejemplo, apenas carece de importancia ante los graves problemas que verdaderamente acechan y a los que deberá enfrentarse el nuevo hombre digital: la de ser un mero terminal sin capacidad de respuesta. Todo intento de diálogo puede caer en un bucle, en el que se replica hasta la desesperación y el consumo de toda la energía del universo, una y otra vez, la misma respuesta. Semánticamente es un diálogo al que se le ha sustraído la esencia del diálogo. Muertas las palabras de significado, por el propio principio de un bucle, sin alteración alguna, niega su esencia dialógica.

La soberanía del bucle pertenece a una parte del sujeto inmóvil de la conversación; la otra parte del hilo demandante, el sujeto humano, ante la respuesta muerta y sin vida solo le resta su deseo de comunicación. Este peligro de una administración digital- bucle formula, de manera incuestionable, un problema que determina y condiciona la libertad fundacional y constitutiva del ser humano. En este sentido digo que la libertad, la cuota parte de libertad que le corresponde al individuo, su partícula atómica de soberanía, está siendo socavada, si no verdaderamente comprometida.

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