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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Esclavos contra esclavas

Hace un minuto (por ayer) iba a llamar a algún docto amigo en el ramo del derecho constitucional para ilustrarme sobre el aval machista del Supremo a los cofrades de la Hermandad de la Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna, a los que respalda contra el desembarco de unas creyentes en el colectivo católico. Sólo fue un minuto, porque a continuación, de inmediato, pensé que no me podía tomar en serio que el alto tribunal no priorizase en sus argumentaciones un derecho fundamental de la Constitución como es la igualdad. Unos magistrados que resucitan la teoría de la Ciudad de Dios frente a la Ciudad Terrenal para consagrar una discriminación evidente, la práctica rancia de un grupo que por muy católico que sea se debe a la ley civil. Resulta gravísimo que el Supremo subraye el carácter «matizable» del derecho a la igualdad entre el hombre y la mujer, sobre todo porque nos encontramos en un ámbito social nada inofensivo: la violencia contra el sexo femenino. La sentencia en favor de los machocofrades se refiere, asimismo, al carácter no dominante en la sociedad del colectivo, lo que, entiendo, les disculpa de cumplir con la Constitución y la legislación española al respecto. La valoración me parece muy subjetiva: una vez al año, estos vocacionales tienen la facultad de procesionar por la calles, vestidos de chaqués impolutos, guantes negros y otros abalorios para demostrar su poderío, entre los que se incluye no admitir a ninguna mujer que les pueda avinagrar la fiesta. Por cierto, unas calles que pagamos con nuestros impuestos todos los que respetamos la Carta Magna, y que no recibimos cuantiosas subvenciones como la presupuestada para restaurar el Cristo de La Laguna. Al igual que ha sucedido en otros casos con la mujer como protagonista, el poder judicial, ya sea de manera colectiva o individual, viene a demostrar una falta de sensibilidad y de conocimiento de la igualdad de género similar a la del burro con orejeras. Al final me he tomado en serio un asunto remoto: esclavos y esclavas.

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