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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Putin ocupa las portadas

El New York Times abría el domingo su portada con una columna a la izquierda titulada «La escalada con Ucrania es solo el principio», donde se cita desde la primera línea a un tal «Vladimir Putin». Una columna simétrica a la izquierda se titulaba «Putin exhibe su poder como protector de la región», que no necesita de mayor aclaración. El espacio intermedio entre ambos textos estaba cubierto por una fotografía de generosas proporciones que mostraba a las tropas de Putin «enviadas a Kazajistán para sofocar las protestas». Sin ánimo de enmendarle la primera plana a la «dama gris», pecaba de un espíritu repetitivo. El llamado Putin no es todavía presidente de Estados Unidos, pese a lo cual monopoliza la portada norteamericana por excelencia, con un ímpetu que no se recordaba desde Donald Trump. Su sucesor Biden no aparece en ningún destacado de la primera página, salvo en las tripas del texto como inútil comparsa incapaz de aplacar las iras de su antagonista ruso. Hasta aquí los datos, ahora corresponde la indagación psicológica sobre el impulso que ha guiado a los cerebros del Times, si movidos por la importancia real de las iniciativas del propietario del Kremlin o acaso por su preponderancia icónica. Con todos los respetos hacia los disidentes, nos inclinaremos por la segunda acepción. La actualidad corre como un pollo sin cabeza literalmente, carece de bustos que capten la atención global. Póngase en el lugar de los severos tutores del Times, intente localizar a líderes mundiales que merezcan una portada íntegra a tres cuerpos. La hegemonía informativa del último gobernante carnívoro recuerda que los referentes negativos son tan importantes como los positivos. El reconocimiento a gran escala de Putin mide la influencia de los abusadores de las libertades, que suplen la ausencia de escrúpulos con una férrea determinación. Asimismo, la postración simbólica de Occidente demuestra que el zar solo puede ser derribado por una erupción ciudadana en su propio territorio. «¿Cuál es el objetivo final de Putin?» se preguntaba uno de los numerosos artículos neoyorquinos. Muy sencillo, ocupar las portadas sin necesidad de invadir a sus vecinos.

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