La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan Cruz Ruiz

Testigo de calle

Juan Cruz Ruiz

El falso prestigio de la mala educación

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, ha hecho una extraña carrera hacia la mala educación. Basado en su carácter cheli, descuidado en el verbo y atrevido en los modos, hecho para ser simpático a toda costa, ha pasado de ser un hincha descarado del equipo más popular (aunque no el más importante) de Madrid a competir en desparpajo con su compañera la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, en la idea bastarda de que todo el monte es orégano. Así que él habla creyendo que todo se puede decir en aras de la pasión por ser gracioso, de modo que acepta una cosa y su contraria para presentarse a la vez como el que construye y como el que borra. Le han dicho que tiene garbo, aunque el garbo puede ahondar en la mala educación y ésta merece ser subrayada, como decía el querido poeta y amigo Alfonso O´Shanahan, para universal vergüenza de nuestro tiempo.

En este caso Almeida no ha sido gracioso, ni ha caído en gracia, sino que se ha resbalado hacia el abismo del chascarrillo, en el uso de un verbo que conjuga con la política del desprecio. A un alcalde se le debe exigir prudencia y respeto en la consideración de sus ciudadanos, desde los más ilustres a los más humildes, que además pueden ser también igualmente ilustres. Un alcalde representa una institución que comparte con quienes no son de su partido las obligaciones de cuidar el patrimonio de todos. Parte esencial de ese patrimonio es la memoria de quienes nos dejan. Él evitó cumplir el precepto del respeto ofendiendo el recuerdo de una mujer cuya herencia es ya parte de la historia de la literatura y de Madrid, Almudena Grandes, recientemente fallecida, que ha dejado un hueco enorme en las letras y en la vida de Madrid y de toda España, a la que le dedicado el desvelo hermoso de su literatura.

Lo que hizo Almeida, por culpa de la precipitación de sus juicios, es horrible, da vergüenza contarlo y forma parte del descrédito del ejercicio de lo público en una ciudad que se supone rompeolas del país. Ya lo sabe todo el mundo: el alcalde arregló los presupuestos del importante municipio gracias a los votos de la izquierda que representan los concejales desgajados de la disciplina de Más Madrid y de la adscripción sentimental y política a la anterior alcaldesa, Manuel Carmena. Almeida quería desviar a Vox de la negociación de las cuentas públicas, y además el partido de ultraderecha se iba tachando del apoyo del principal socio del PP en la Comunidad y en la alcaldía, así que el alcalde miró para el otro lado de los bancos y encontró acomodo en los ahora despistados huérfanos de Carmena. Éstos llegaron a un acuerdo que incluía la consideración que merecía Almudena Grandes y que antes había sido descuidada de muy malos modos por el representante municipal de Madrid. Según este acuerdo, Almudena Grandes tendría honores en la ciudad que le habían negados por el representante mayor del municipio. Entre esos honores sería hija predilecta del lugar donde nació hace 61 años.

El alcalde Almeida también es portavoz nacional de su partido, aunque no ejerce, o no lo dejan ejercer la locuacidad de su presidente, Pablo Casado, y la rapidez de disparo de Pablo Montesinos, el secretario de Comunicación. Como alcalde empezó siendo un hombre simpático, que parecía emular algunas salidas de Tierno Galván o de la propia Carmena, pero muy pronto imitó las peores tradiciones del ejercicio de esta alcaldía y, por ejemplo, borró algunas muy saludables decisiones de Manuela y llenó de nuevo de coches el centro de la capital de España, y compaginó su grandeza histórica con las diversas contaminaciones que marcan de humo y de ruido la hermosa ciudad que fue también de don Benito Pérez Galdós, como el tatarabuelo de la autor de Malena es nombre de tango.

Así que habiendo pretendido ser un alcalde ejemplar ha terminado siendo un alcalde cualquiera, mezclado ahora, y muy a gusto, con la riña que mantienen el presidente del partido y su secretario general, Teodoro García Egea, con quien preside Madrid. Esa pugna innecesaria y vergonzante no le deja tiempo para cuidar las formas. Así pues, cuando murió Almudena Grandes, una de las más prestigiosas vecinas de la ciudad, a la que le ha dado amor y literatura, con obras de arte que además contribuyen al mejor conocimiento de la historia de esta comunidad y de España, cometió Almeida el desdén de desatender el entierro y también de desoír la noble pretensión ciudadana de dedicarle a la extraordinaria escritora (y persona emocionante) una calle o cualquier espacio de la villa a la que ella le regaló tanto afán y tanta alegría.

Los reproches a ese desdén municipal fueron despachados por el alcalde con distintas maneras de la vulgaridad, a las que respondió el muy ilustre viudo de Almudena, Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, poeta grande y enamorado, con una lección de lo que debe ser el cuidado institucional de una ciudad como esta, por la que tambnien han pasado alcaldes bien educados. García Montero apeló en un comunicado muy escueto, sin duda dolorido y a la vez de una enorme elegancia, que podía entender el descuido político, pero no aceptaba el desdén institucional. Luego vino el episodio especialmente mal educado: puesto a comentar su decisión de dedicarle a Almudena un lugar en el espacio de la memoria de Madrid como hija predilecta, quiso caerle en gracia a sus socios de ida y vuelta que son los representantes de Vox y dejó dicho uno de sus chascarrillos: a él no le gusta Almudena, ni lo que dice ni lo que escribe, «pero ya tengo los presupuestos». Desde que lo dijo trató de explicarlo de mil maneras, dejando siempre claro que él no hubiera dedicado parabienes a la escritora si no hubiera sido porque tenía pendiente el trámite presupuestario.

Como suele ser habitual en su risa, esta se mezcló con el sonrojo que siempre sufre su cara cuando se explica mal o demasiado abundantemente, y ahí está, arrastrando ahora la vergüenza que se queda en la mirada de quienes son incapaces de entender que la mala educación tiene un prestigio falso que te perseguirá toda la vida.

Compartir el artículo

stats