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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

La semilibertad del exduque

El tercer grado penitenciario concedido a Iñaki Urdangarin, cuñado del Rey, le permite ser captado para una revista del corazón en Bidart, una playa franchute, mientras se pasea con un ligue que al parecer desbanca a la infanta Cristina. Al olor de una ruptura matrimonial de este matrimonio de la era del pelotazo (no por el balonmano), empiezan a contonearse las cobras del rosa chorreante a la búsqueda de un culebrón de sobremesa, como si todos fuesen de la misma clase y condición. Allá ellos. Lo que debe preocuparnos a monárquicos y republicanos es si el envarado exduque por revocación real [tras ser condenado por el caso Nóos, cinco años y 10 meses de cárcel por corrupción, año 2017] cumple escrupulosamente con su singular situación: una semilibertad que le permite hasta dormir en casa de su madre, a la vez que trabaja en un despacho de abogados en Álava, aparte de poder viajar al extranjero como prueba la imagen que tiene alborotada a la carnicería del corazón. No se afirma que las licencias adjudicadas al yerno del emérito infrinjan el ordenamiento judicial, pero no cabe duda de que nos encontramos ante un caso atómico de reinserción social que nos sitúa ante una malestar españolísimo: ¿qué parte del milagro corresponde al sistema carcelario y qué otra viene dada por el hecho de que este individuo tenga una conexión, aunque sea de descarriado, con la Zarzuela? Recae la fuerza del lado de los privilegios con los que cuenta y contará a su disposición, exquisitos y gratificantes para un condenado que sólo ha cumplido dos años y ocho meses [ingresó en prisión el 18 de junio de 2018]. No perdamos el tiempo con la telaraña de la mujer que pasea con este burgués plebeyo que descuajeringó el trono y que le hizo ganar votos a la causa republicana. Allá ellos. Pensemos en su suerte por nacer en este país de cerebros generosos, donde los buenos comportamientos de algunos que están en la trena se premian mejor que los de los que se rompen el alma entre el trabajo, la honradez y la resignación. ¡Ay la España del pícaro!

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