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Xavier Carmaniu Mainadé

Entender + con la Historia

Xavier Carmaniu Mainadé

Maura, un apellido para la historia

Hay una serie de fechas, lugares y nombres que, si se ha pasado por una carrera de Historia, actúan como una especie de detonante que te conectan de inmediato con episodios del pasado. Es inevitable. Son como los enlaces web de la memoria. Sucedió el viernes, al leer una de las minuciosas crónicas donde Ernesto Ekaizer disecciona con precisión de microcirujano los oscuros entramados de la corrupción sistémica que carcome las estructuras del Estado español. Según explicaba el periodista, entre los implicados en un trust, junto al rey emérito y Manuel Prado y Colón de Carvajal, estaba Joaquín Romero Maura. Como hábilmente recordaba Ekaizer, Maura es un apellido de profundas resonancias para la historia del siglo XX español. El bisabuelo de Romero Maura fue Antonio Maura Montaner, jefe del partido conservador y uno de los personajes más relevantes de la monarquía de Alfonso XIII.

Nacido en Mallorca en 1853, inicialmente militó en el partido liberal. Hay que tener en cuenta que en España, tras el fallido intento de la Primera República de 1873, se restauró la monarquía en la figura de Alfonso XII y las clases dirigentes implantaron un sistema de alternancia de partidos inspirándose en el que funcionaba en el Reino Unido. Así, a partir de 1875, entre conservadores y liberales se fueron repartiendo el poder; en lo que enseguida se llamó turnismo. Las votaciones electorales importaban poco, porque el sistema estaba dirigido desde arriba.

Inicialmente, el mecanismo dio estabilidad y parecía funcionar, pero dejaba al margen a demasiada gente (desde el carlismo al catalanismo y al socialismo, por ejemplo) y, además, todo el mundo conocía las corruptelas e intereses particulares que marcaban la agenda del Gobierno y de los diputados. Ante este panorama algunas voces empezaron a reclamar arreglar las cosas y se puso de moda la palabra regeneracionismo, que se convirtió en el Santo Grial de la política española. Todo el mundo tenía su receta ideal para conseguir dotar al país de un sistema institucional homologable a las grandes potencias europeas. Maura fue uno de ellos, con lo que se conoció como maurismo.

Maura era un político perfectamente adaptado a la Restauración. Había sido ministro con los liberales y, cuando en 1902 saltó a los conservadores, fue jefe del Gobierno entre 1903 y 1904 y durante el bienio 1907-1909. En ese momento, las costuras de la política española tiraban por todas partes y cuando en 1913, a raíz de la enésima crisis de Gobierno, él tenía que volver a asumir la presidencia del Consejo de Ministros se negó y abandonó el Congreso, haciendo una dura crítica a los partidos y al turnismo. En esa escisión le siguieron parte de los dirigentes y la mayoría de las juventudes conservadoras.

Cuesta mucho poner palabras a lo que significaba exactamente el maurismo. De hecho, los historiadores todavía discuten cómo definirlo. Aun con el peligro de no ser suficientemente exactos, se puede decir que los mauristas eran católicos, monárquicos, nacionalistas españoles y partidarios de un cierto reformismo social, que atendiera a las necesidades de los desfavorecidos (eso sí, todo controlado desde arriba y con moderación). En realidad, el maurismo fue un paraguas de una parte de la derecha descontenta con el sistema de la Restauración, que se resquebrajaba por todas partes.

Al igual que el resto de movimientos regeneracionistas, este tampoco consiguió demasiado. En cuanto a su impulsor, volvió a ser presidente del Gobierno en tres ocasiones: 1918, 1919 y 1920-21, encabezando ejecutivos de unidad nacional. Era evidente que la Restauración ya era incapaz de afrontar la tensión social con un movimiento obrero cada vez más activo, ni tampoco era válida para acabar con el descrédito de la clase política ni de la monarquía, con un Alfonso XIII cada vez más criticado. De hecho, Maura le aconsejó que no se implicara directamente con el golpe de Estado de Primo de Rivera de 1923, pero el rey estaba deslumbrado con lo que estaban haciendo Mussolini y Víctor Manuel III en Italia y no le hizo caso. El político conservador no vio el desenlace de esa nueva etapa porque murió en 1925, a los 72 años. Mientras, los mauristas viraron aún más a la derecha.

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