La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Observatorio

Holocausto: Memoria, Dignidad y Justicia

Holocausto: Memoria, Dignidad y Justicia Laura Mazzello

La fecha de liberación del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz- Birkenau por parte de las tropas soviéticas el 27 de enero de 1945 fue tomada por la Asamblea General de la ONU como referencia para establecer en el año 2005 el Día Internacional del Holocausto, en el que se conmemora y recuerda a las víctimas que sufrieron las consecuencias del antisemitismo por parte del Tercer Reich, una fecha y hechos que debieran servirnos para reflexionar sobre las causas que condujeron a tal barbarie y a otras de naturaleza similar, definidas como limpieza étnica, deportación, genocidio o desplazamientos masivos, como consecuencia del racismo, la xenofobia, la intolerancia y la violencia colectiva que también sufrió el pueblo armenio a manos del Imperio otomano, los tutsis en Ruanda, Srebrenica y Kosovo en la antigua Yugoslavia ,los rohinyás en la antigua Birmania, los conflictos étnicos en el estado mexicano de Chiapas contra los indígenas o en Indonesia contra la población de ascendencia china, por citar sólo algunos ejemplos.

Si bien es verdad que desde su inicio la conmemoración del Holocausto se ha centrado en el pueblo judío como principal objetivo del exterminio nazi, no es menos cierto que personas de otras razas y etnias, nacionalidades, credos políticos y religiosos, orientación sexual, identidad y expresión de género, personas con discapacidades físicas y trastornos mentales, gente pobre y sin techo, entre otras, también fueron objetivo del exterminio al ser consideradas un estorbo para aquellas mentes totalitarias del nacionalsocialismo hitleriano, en su concepción del nuevo orden mundial que habían diseñado y en el que la raza aria estaba llamada a dominar al resto.

Aquella estrategia europea hitleriana fundamentada en el odio que sólo una conciencia alterada puede albergar y desplegar acabaría por institucionalizarse, no pasando su finalidad inadvertida para un premonitorio Bertolt Brecht, que en su exilio en Dinamarca escribió la obra de teatro Terror y miseria del Tercer Reich, estrenada en 1938. Una estrategia perversa que llevaría al nazismo a identificar con triángulos de diferentes colores a las personas que no encajaban en su proyecto y que, por lo tanto, debían ser eliminadas.

Evidentemente, el pueblo judío identificado con la estrella de David destacaba sobre el resto; el color negro se asignó a las personas discapacitadas, mendigos, vagabundos, lesbianas, alcohólicos, drogadictos y prostitutas; el marrón al pueblo gitano; el rosado a los homosexuales…, mientras que las diferentes nacionalidades eran distinguidas con la letra inicial de su nación sobre el triángulo correspondiente, siendo el triángulo de color rojo el destinado a los presos políticos, con el que encasillaron doblemente a los republicanos españoles identificados como «spanischer politiker», con las letras SP.

A pesar de que la historia no se repite porque, entre otras razones, ni el binomio espacio-tiempo es el mismo ni los actores tampoco, sí que hay determinadas constantes similares en el modus operandi relacionado con este tipo de crímenes y actos violentos masivos contra la humanidad, como son los discursos de odio y el rechazo a las personas que no se ajustan a los intereses de quienes en esos momentos ostentan el poder y la fuerza, creando en la sociedad estados de opinión falsos (fake new), unas veces de forma subliminal y otras de manera descarada, impune y sin reparos, a través de los medios de comunicación como la radio, la prensa, los pasquines, los mítines y los noticiarios cinematográficos en aquel entonces, a los que se sumaron posteriormente y hasta la actualidad, la televisión, las redes sociales y el anonimato que éstas ofrecen.

Si hay un país en Europa que haya tenido que asumir las graves consecuencias de aquellos discursos de odio es Alemania, que con sus memoriales a las personas asesinadas recuerda de por vida el Holocausto en general y con las pequeñas placas metálicas en las aceras de ciudades y pueblos, señalan el lugar donde vivió alguna familia judía y el campo de concentración al que fueron deportados y exterminados algunos de sus miembros cuando no la familia al completo.

Observando estos ejemplos que todo el mundo respeta (hasta quienes pudieran no estar de acuerdo), en contraposición con las acciones actuales de los gobiernos ultraderechistas de Hungría y Polonia, país este último, en el que a pesar de pertenecer a la Unión Europea, se han atrevido a colocar en algunas zonas carteles a la entrada de los pueblos en los que reza «libre de ideología lgtbi», me viene a la memoria el gran yugo y las flechas falangistas que después de la Guerra Civil Española se exhibían a la entrada de los pueblos y que se mantuvieron hasta la llegada de la democracia y las cruces de los caídos por Dios y por España, que excluían de manera flagrante a los del bando republicano y que hubo que esperar a la llegada de los gobiernos progresistas a los ayuntamientos para reconvertirlas, utilizando en algunos casos textos alusivos a las contiendas bélicas como el poema de Miguel Hernández Tristes guerras, sin olvidar lo que ha supuesto durante más de sesenta años el Valle de los Caídos en la comunidad de Madrid, como lugar de peregrinación franquista y recordatorio permanente de las dos Españas irreconciliables que decía Antonio Machado en su poema… «Españolito que vienes…», y que a pesar de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura, conocida como Ley de la Memoria Histórica, se tardaron doce años desde su promulgación hasta la exhumación de los restos mortales del dictador allí enterrado.

Teniendo en cuenta que en España existe desde el año 2011 una estrategia integral contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia, la lgtbifobia y otras formas de intolerancia, aprobada por el Consejo de Ministros, con acuerdo interinstitucional en el año 2015, renovado en 2018, y que en el artículo 510 del Código Penal se regula y amplía el ámbito de los delitos de provocación a la discriminación, al odio y a la violencia, estipulando el castigo y la pena a «quienes públicamente fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo, o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad», no se entiende socialmente la duda razonable y las reticencias a la hora de dirimir si la agresión es un delito de odio, o una ¿simple discriminación negativa?, a pesar de la evidencia y de las expresiones que acompañan a las vejaciones y agresiones sean físicas o psíquicas.

A la vista de dichas situaciones y ante las manifestaciones de las fuerzas políticas ultraconservadoras en nuestro país, condicionando los pactos a la derogación o no desarrollo de leyes aprobadas democráticamente, en concreto las guiadas a dignificar y reconocer los derechos del colectivo lgtbi, sin menoscabo de los derechos del resto de la ciudadanía, como no podía ser de otra manera en un estado democrático y de derecho, urge la necesidad de que las fuerzas políticas progresistas contrarresten dichas actitudes con leyes que amonesten las conductas discriminatorias, que si bien no tienen consideración penal, sí que requieren de sanciones administrativas para quienes las practican impunemente, haciendo frente al hecho discriminatorio negativo de manera gratuita como sucede actualmente.

Ninguna fecha es trivial si el compromiso que la avala y sustenta, como sucede con la conmemoración del Holocausto, conlleva acciones entre las que destaco la mejora de las condiciones de vida de un país y la de su ciudadanía, la promulgación de leyes guiadas a restañar conductas y actos deleznables tanto del pasado no tan lejano como en la actualidad, el desarrollo de acciones educativas centradas en valores de ciudadanía y de respeto a la diversidad, que fortalezcan principalmente en la juventud, las habilidades para la resolución de conflictos y la resiliencia frente a los discursos de odio, el apoyo a la investigación y a la creación de bases documentales, junto con el derecho irrenunciable a la información como medida preventiva para no volver a cometer las ignominias del pasado por lo que de hipoteca supone para las futuras generaciones y que bajo el lema «Memoria, Dignidad y Justicia», propuesto por Naciones Unidas, conmemoramos en esta edición.

Compartir el artículo

stats