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Desirée González Concepción

«Las casualidades no existen»

No por casualidad hace unos años me enviaron un vídeo de Borja Vilaseca. Con un estilo ágil, fresco y divertido se adentraba en temas de autoconocimiento y espiritualidad. Enseguida me cautivó este gran comunicador que, sin duda, es capaz de «despertar» a un muerto. Desde luego no deja impasible a quien lo escucha, él mismo se define como un «removedor de conciencias». Me encanta su carácter provocador, su sentido del humor y sus anécdotas cotidianas que resultan de una profundidad exquisita. Borja nos ayuda a observar nuestra realidad con otros ojos; nos motiva para que seamos capaces de mirar con cierta perspectiva lo que nos ocurre y relativizar. Es capaz, además, de animarnos a echar una ojeada a nuestro interior y nos enseña a entender la ley de correspondencia: «como es adentro, es afuera».

El pasado octubre, Borja lanza un libro polémico que recopila todas sus enseñanzas y la de muchos de los sabios en los que se ha inspirado: «Las casualidades no existen». Enseguida comencé a leerlo, pero una ola del mar quiso que mi lectura se retrasara algún tiempo. Precisamente, ensimismada en algún párrafo sugerente, la marea se llevó mi libro cuando tomaba el sol y al punto lo trajo de vuelta. Empapado, pude comprobar que aún conservaba las notas y las frases subrayadas, con lo cual realicé un ejercicio de paciencia y lo dejé secar al sol. Nunca recuperó su forma, pero un mes después reinicié su lectura y devoré la parte que me quedaba casi del tirón. Como Borja, tampoco creo en el azar. El pequeño accidente ocurrió en el instante correcto para que me dedicara a la lectura de mi libro en un momento concreto de mi vida, ni antes ni después.

A través de las casi 300 páginas de su libro Borja dibuja un círculo completo y perfecto. En los primeros capítulos intenta abrirnos a lo nuevo, nos incita a cuestionarnos, a estimular en nosotros una actitud crítica frente a la vida y frente a su propio libro. Nos invita a entrar en un proceso de transformación, dejando siempre muy claro que nuestra interpretación sobre lo leído es lo único que es capaz de transformarnos. Borja, reflexionando desde la humildad, relata su experiencia vital y expone cómo ha recorrido un largo camino que en sus comienzos fue muy pedregoso. Explica cómo ha ido soltando viejas creencias a través de las enseñanzas de grandes maestros espirituales como Dalai Lama, Buda, Anthony de Mello, Eckhart Tolle, Krishnamurti,…Además resalta el papel tan importante que el eneagrama ha jugado en el transcurso de su crecimiento personal.

Me parece muy interesante la idea que presenta Borja en relación a la manera en que la sociedad y nuestros propios padres, sin tan siquiera saberlo, nos empujan a ocultar nuestras cualidades y nos dirigen a comportarnos «según lo esperado». De esta manera, ya en los primeros años de nuestra vida comenzamos a recubrirnos de una coraza, despidiéndonos de nuestra propia identidad. Estos patrones poderosos marcarán nuestras experiencias de vida. Sin duda, es primordial ir soltando estas viejas creencias y escapar de nuestra propia mente. Resulta fundamental dejar de creernos todo lo que pensamos, no enredarnos en nuestros pensamientos. Si no detenemos estos pensamientos recurrentes, se convertirán en sentimientos y con el tiempo en estados de ánimo. Esto conlleva entrar en un bucle de emociones, que, muchas veces no sabemos gestionar. Nos dedicamos entonces a dejar de sentir y comenzamos a reprimirnos. Cuando el dolor emocional resulta insoportable es el momento de empezar a poner en duda nuestra interpretación de la realidad. Es el momento de «despertar».

Me parece extraordinaria y tremendamente didáctica, la manera en la que Borja nos explica cómo llegar al desarrollo espiritual. Habiendo creado esa coraza e identificándonos con el ego, llega un momento en que ignoramos quienes somos; dormimos todo el tiempo. En este estado de letargo, la sociedad se evade utilizando el consumismo como forma de vida habitual. Instaurados en este lugar, es imposible que existan relaciones verdaderas; conexión entre los seres. La adversidad o «infelicidad» toca en nuestra puerta una y otra vez para que nos mostremos como seres auténticos. Solo cuando se llega a una saturación de sufrimiento, algunos seres empiezan a buscar respuestas dentro de sí mismos, otros recurren a diferentes tipos de anestesias: medicación, alcohol, drogas, sexo, fanatismo religioso…Lo deseable, sería aceptar este dolor como punto de inflexión para iniciar ese proceso de curación o transformación. Me parece revolucionaria la idea que comenta Borja en cuanto a que toda persona es capaz de soportar todo lo que le ocurre y que todo ser posee estrategias para buscar esa fuerza interior que le conduzca a la salida de su conflicto.

Borja nos regala pautas, nos ofrece claves para salir de este caos. Preservar nuestra energía vital me parece esencial. Malgastamos nuestra energía en esta actividad frenética que nos impulsa a hacer, a tener cada vez más, por supuesto en detrimento de hallar momentos para el descanso y el reposo. Si nuestro nivel de energía es bajo, la ignorancia se apoderará de nosotros. Por el contrario, si somos capaces de elevar esa energía, estaremos más presentes y cercanos al estado de sabiduría. Personalmente me ha ayudado mucho una frase que Borja destaca en su libro «todo el mundo lo hace lo mejor que sabe». Desde este punto de vista, nada ni nadie tendrá la posibilidad de dañarnos y tampoco necesitamos perdonar porque la felicidad solo dependerá de nosotros. Cuando conectamos con nuestro amor propio, ya no somos mendigos emocionales, somos ahora seres plenos y completos. Me encanta la definición que Borja dedica a las personas sabias. Según él, son aquellas que encuentran coherencia entre lo que piensan, dicen y hacen. Suelen ser auténticas; pueden sentirse vulnerables y muestran sus sombras y debilidades. No dan consejos, pues piensan que cada ser humano es único y posee recursos para solucionar sus dificultades. Llegados a este punto, es muy importante no caer en el ego espiritual, ya que es común encontrar algunas personas «sabias» que se sienten «seres superiores» por haber leído ciertos libros, hacer cursos de desarrollo personal o comer cierta comida. De esta manera vuelven a caer en el ego porque tienden a juzgar a los demás en función de su nivel de conciencia y llegan incluso a sentir lástima por los menos «iluminados».

Me parece excepcional la metáfora que utiliza Borja cuando habla de «salir del armario espiritual». Dentro de este armario el ser esencial está bajo llave y solo deja vislumbrar el ego; máscara y coraza para disimular quien verdaderamente somos. Cuando estamos identificamos con el ego vivimos desde el victimismo y la queja constante, en cambio cuando nos conectamos con el ser vivimos con responsabilidad; haciéndonos cargo de nuestras decisiones y siendo partícipes de nuestros aprendizajes. Desde este estado de presencia, reconectamos con lo más profundo de nosotros, uniéndonos con ese vacío, ese estado de silencio y quietud. Estoy totalmente de acuerdo con Borja cuando comenta que no existe nada más terapéutico que estar solos, en silencio y haciendo nada. Efectivamente, cuando dejamos de huir de la soledad, nunca más nos sentiremos solos. Cultivar la calma y la atención plena nos convertirá en personas menos egocéntricas, más serenas, sensibles y empáticas. Desde ahí, podremos sentir un vínculo muy fuerte con la vida, nos sentimos en paz y por ende, llenos de amor. Una vez recorremos el camino de la liberación, nos sentiremos seres únicos, singulares y empoderados. De alguna manera, podríamos decir que podemos cerrar el círculo y volver a la vida, pero ahora «despiertos». Desde este “despertar espiritual” no nos apegamos a personas, situaciones o cosas, disfrutamos del momento presente sin preocuparnos por el futuro.

Me fascina como Borja habla de la sincronicidad, según la cual no existen las coincidencias. Sustituye el término casualidad por «causalidad», entendida esta última como la relación que existe entre la causa y el efecto. Según esto, todo debe desarrollarse tal y como se desarrolla en un momento dado. Todo es perfecto tal cual es. Borja aboga por no oponer resistencia a la vida tal cual se presenta. De hecho, atraemos a nuestra vida a las personas y las situaciones que necesitamos para continuar con nuestro proceso evolutivo. Si interpretamos la situación desde el ego, sufrimos. En cambio, si la interpretamos desde el ser, nos transformamos.

La búsqueda espiritual acaba cuando comprendemos que no elegimos lo que nos sucede, no hay nada que podamos hacer diferente a como es. Borja introduce al finalizar su libro un proverbio árabe «Maktub», que significa «está escrito». Por ello, nos recomienda soltar la mente y fundirnos con el instante presente, sin expectativas…simplemente dejando que la vida nos viva. Borja propone trascender y dejar de buscar en qué creer en favor de adentrarnos en el mundo de las experiencias; atrevernos a volver a sentir y comprender al fin que la vida es todo un regalo.

Por mi parte, he disfrutado de cada palabra de esta joya en forma libro y considero que, aunque suene a tópico, existe un antes y un después al conectar profundamente con su libro.

¡Gracias Borja!

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