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Joaquín Rábago

Papel vegetal

Joaquín Rábago

Un eventual desastre para Europa

El cada vez más debilitado presidente de Estados Unidos, Joe Biden, parece que no se cansa de gritar “que viene el lobo” referido siempre a una posible invasión rusa de Ucrania.

A veces podría dar incluso la impresión de que no le importaría demasiado que se cumpliese su pronóstico y Rusia cometiese la gran equivocación de invadir nuevamente el país vecino..

El demócrata cree saber incluso que las tropas rusas llegarán hasta la capital de ese país: «Creemos que tienen como objetivo Kiev», precisó el otro día Biden en plan Sibila de Cumas.

El Presidente parece deseoso de poner en marcha, si ello ocurre, toda la batería de sanciones económicas y financieras con las que Washington y la OTAN amenazan a Putin y que el presidente ucraniano, Volodomir Zelenski, reclama con insistencia.

Por ejemplo, se daría definitivamente al traste con el nuevo gasoducto germanorruso del Báltico, el Nord Stream 2, que provoca ya profundas divisiones dentro de la propia alianza.

Ello tendría consecuencias inmediatas no sólo para Rusia, sino también para Europa, pero, como dijo en cierta ocasión la secretaria adjunta de Estado, Victoria Nuland, « ¡que se joda la UE!».

Y en primer lugar, la siempre pusilánime Alemania, que depende en un 55 por ciento del gas ruso y no acaba de decidir si le conviene o no ese segundo gasoducto, que aumentaría esa dependencia y las posibilidades de chantaje por parte del Kremlin.

Para el ex ministro alemán de Exteriores y ex líder de los Verdes, Joshka Fischer, hoy atlantista convencido, Rusia busca «una revisión del orden europeo» tras el final de la Guerra Fría.

Para ello no necesita recrear la Unión Soviética, algo imposible, sino que se daría por satisfecho con establecer una esfera de influencia en los países que integraron un día la URSS.

El también ex ministro alemán de Exteriores Sigmar Gabriel considera que EEUU ha dominado desde el final de la Segunda Guerra Mundial la parte occidental de Europa y desde la disolución del Pacto de Varsovia, todo el continente.

Rusia es, por el contrario, la gran perdedora de ese proceso histórico, que el presidente Putin quiere revertir, pero no es atractiva ni política ni económicamente, y sólo tiene a sus Fuerzas Armadas para intentar establecerse como potencia europea.

Más conciliador que Fischer – ¿dónde quedó el viejo pacifismo de los Verdes?-, el socialdemócrata Gabriel confía en que EEUU y la UE propongan al Kremlin un abanico de medidas creadoras de confianza.

Medidas de mutuo desarme, renuncia al estacionamiento de sistemas de misiles nucleares y convencionales, compromiso de información sobre maniobras planeadas, obligación de permitir a la otra parte visitar las instalaciones militares, entre otras.

Muchas de ellas están por cierto ya incluidas en el acta fundacional de cooperación entre Rusia y la OTAN, cuyo secretario general era entonces -1997- Javier Solana.

En aquel documento, sin carácter vinculante porque se negaron a ello los aliados, la OTAN ofrecía a Rusia garantías de seguridad, sin que en el orden del día figurase para nada un eventual ingreso de Ucrania en la Alianza, lo cual debería permitir abrir ahora, según Gabriel, canales de comunicación.

La actual insistencia tanto de Washington como de la OTAN en abrir las puertas de la Alianza a las ex repúblicas soviéticas está causando ya un enorme daño económico a la propia Ucrania.

Como reconoció al semanario alemán Die Zeit, Aljona Getmantschuk, directora del centro Nueva Europa de Kiev, Ucrania se halla sometida desde hace tiempo a una guerra híbrida nunca declarada por Moscú.

«Estamos sufriendo pérdidas tanto económicas como financieras aun sin invasión», explica. Como muestra, la decisión de varias compañías internacionales de seguros de no cubrir el tráfico aéreo sobre Ucrania por considerarlo demasiado arriesgado.

El espantajo agitado continuamente por Biden de una inminente invasión del país les está causando ya también un enorme perjuicio económico a los ciudadanos europeos como puede verse por el espectacular incremento del precio de la energía y de los alimentos.

Todo por un hipotético ingreso de Ucrania en la OTAN que, pese a la insistencia del actual Gobierno de Kiev, parece dejarse para las calendas griegas, pero que da mientras tanto mucho juego. Sobre todo para las industrias de armamento y los hidrocarburos de unos y otros.

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