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Juan Tapia

Nuestro mundo es el mundo

Joan Tapia

¿Recuerdan el bolso de Soraya?

¿Recuerdan la tarde del 31 de mayo del 2018? Rajoy no quiso ir al Congreso, que estaba a punto de votar la moción de censura, y el bolso de la vicepresidenta Soraya lucía en el asiento del presidente. Aquel bolso, ostensiblemente fuera de lugar, levantó acta del fin de Rajoy. En el 2012 logró, tras dos elecciones perdidas, una gran mayoría absoluta y luego sobrevivió gracias a su cautela, oficio y a un pacto con Cs y el PNV. Pero una sentencia sobre la Gurtel y la audacia de Pedro Sánchez, fueron el jaque mate.

Y Rajoy –como Aznar, aunque por otros motivos– tampoco se marchó bien. No se opuso a la lógica ambición de Soraya, pese a su poco arraigo en el partido. Ni frenó a Dolores de Cospedal, quizás porque había alentado la competencia entre las dos. Y no pensó, o no quiso asumir el coste de quedar mal con ambas y llamar a Alberto Nuñez Feijóo, el presidente de Galicia, el político del PP con mas galones en batallas electorales y el más pragmático (no sólo por gallego) del centro-derecha.

Y Feijóo no quiso complicarse en una agria lucha de fin de Reino. Soraya ganó las primarias con sólo el 37% de los votos y luego, entres los compromisarios, se impuso un ambicioso y joven Pablo Casado, que tuvo el apoyo de Cospedal y apelaba a un PP “auténtico” y aznarista. Hoy un veterano del PP confiesa: “Dejamos el Ferrari en manos de unos chiquillos y han acabado estrellándolo”. Exacto. Casado eligió a Cayetana y acabó cesándola, con razón, al cabo de un rato. A Isabel Ayuso para que triunfara en Madrid y Ayuso no ha tenido piedad...

Creyó que –pese a la pandemia– el jefe de la oposición debía vestir la camiseta del antisanchismo furibundo más que la del hombre de Estado capaz de negociar y acordar. Y tras el desastre de las anticipadas en Castilla-León –con las que quería castigar a la vez a Ayuso y a Sánchez– ha tenido que tirar la esponja. Los barones le condenaron tras la manifestación de Génova contra el líder del partido. Además, Casado generaba poca o ninguna confianza en el 67,4% de los votantes del PP. Y muchos se habían ido a Vox, que crece en las encuestas.

Ahora, tras casi cuatro años de errores, el PP vuelve adonde debía haber ido en julio del 18. Y Feijóo acepta por tres motivos. Uno, es su última oportunidad, si ahora no iba ya no habría otro tren. Dos, el PP está malherido y amenazado por el auge de Vox. Tres, quizás por ello no tendrá que enfrentarse a intrigas de los que creen que Madrid es toda España.

Pero el mundo está cambiando. En Francia dos extremas derechas se están comiendo a la de Chirac y Sarkozy. Vox suma el voto de la derecha radical y –tras el paso de Iglesias por La Moncloa– el de la protesta “contra los de arriba que son todos iguales”. ¿Cómo recuperar el voto huido de la derecha sin una equivocada rendición y sin perder el de los conservadores templados, o incluso el centrista? El ABC del viernes le ponía deberes: «La asignatura pendiente es reenfocar la relación con Vox... el PP sin Vox y Vox sin el PP no van a ser suficientes para echar a Pedro Sánchez que debería ser la prioridad».

Desde la óptica frentista, o de los dos bloques, quizás sea cierto. Pero ¿es el frentismo la única opción? ¿Y la más inteligente? En la reforma laboral parte de la derecha –y Garamendi– no lo han visto así.

Sigamos. El ABC, el diario de referencia de la derecha, concluye: «El nuevo PP no deberá ser indefinido ideológicamente. La batalla de las ideas es relevante para recuperar votos». Cayetana dice algo similar. Pero Feijóo no abraza, tampoco reniega, de estas fórmulas. Razona que la oposición debe tener sentido de Estado, que Vox no es europeísta, que él no viene a insultar a Pedro Sánchez sino a ganarle…Y añade: «Creo en los partidos que saben aglutinar mayorías. Y las mayorías no son lineales, No leen el mismo catecismo, no tienen las mismas sensibilidades, ni las mismas prioridades».

Esteban González Pons, que presidirá el próximo congreso, es eurodiputado y afirma que Vox es de extrema derecha, ha dicho que el PP no necesita ninguna refundación, sólo un reinicio. Feijóo tiene el curriculum para sacar a la derecha de las muchas abolladuras del Ferrari. Pero los reinicios no son fáciles y el primer reto es endemoniado: ¿cómo salir del lío de Castilla-León?

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