La Provincia - Diario de Las Palmas

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Desirée González Concepción

Mujeres libres

Hace unos días mi hija de 15 años llegó a casa atemorizada. A las 7 de la tarde de un domingo, un chico de unos 25 años, la había seguido y le había cortado el paso mientras paseaba con una amiga por la avenida de Las Canteras. Después de darle algunos consejos, hablamos de que era poco probable imaginar esa situación al contrario. En ningún caso, se nos ocurriría pensar en una chica mayor que impidiera circular a un chico adolescente; lo calificaríamos de “disparate”. ¿Cómo puedo explicarle a mi hija que hombres y mujeres tenemos los mismos derechos? Parece que bien entrado el s. XXI “nacer chica” continúa siendo una desventaja.

Hace más de 100 años se estableció en Copenhague por primera vez el Día internacional de la mujer. Más de un millón de personas en Alemania, Suiza, Austria y Dinamarca se manifestaron reclamando conseguir el sufragio universal, se alzaron voces femeninas en contra de la discriminación para ocupar cargos políticos o determinados puestos de trabajo. Muchos años después, en 1945, se firma la carta de las Naciones Unidas, un acuerdo internacional que pone de manifiesto el principio de igualdad entre hombres y mujeres. Fue en 1975, cuando las Naciones Unidas elige el 8 de marzo como día para celebrar el Día Internacional de la Mujer.

En 1995 se celebra una conferencia mundial con el objetivo de alcanzar la igualdad de género y promover los derechos de la mujer. Los acuerdos tomados fueron firmados por 189 gobiernos. Más tarde, en la conferencia mundial del 2014, se debate sobre el tercer objetivo del Desarrollo del Milenio: promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.

Un siglo después seguimos hablando de la mujer como ciudadana de segunda clase; continuamos hablando de “proteger” los derechos de las mujeres. Es evidente que existen países donde la figura de la mujer es casi invisible y sus derechos han quedado prácticamente anulados. Sin duda, es necesario apoyar con todos los medios políticos y sociales a estas mujeres marginadas y denigradas que no son respetadas por sus respectivos gobiernos.

Ahora me remito a España, un país moderno y progresista, donde el machismo sigue imperando en multitud de situaciones cotidianas y laborales. Gran parte de nuestras mujeres realizan estudios universitarios, trabajan fuera de casa, se ocupan de sus hijos, se hacen cargo del grueso de las tareas domésticas, dedican tiempo a sí mismas y a sus relaciones sociales. Otras deciden no tener familia o pareja y vivir totalmente independientes. ¿Qué más deben demostrar? Es posible que este nuevo prototipo de mujer autosuficiente no guste entre los hombres. ¿Son aceptadas entre la población masculina las mujeres libres? Mujeres libres de pensar, sentir y hacer lo que les apetezca. Mujeres coherentes que son capaces de elegir por sí mismas lo que les conviene y lo que no. Personalmente pienso que la mujer que se siente libre resulta ser una amenaza para muchos hombres. Desde su rol de macho alfa, este estado de liberación de la mujer pone en jaque muchas de sus creencias heredadas. La mujer dócil pasó a la historia, muchas mujeres brillan con luz propia por sus logros, por su autenticidad y por su fortaleza. Observo continuamente relaciones en las que el hombre se encandila por esa luz de la mujer y al poco busca medios para mitigarla. ¿Acaso sigue estando mal visto que la mujer pueda brillar más que el hombre en alguna de las facetas de su vida? Posiblemente en nuestra sociedad actual tengamos aún la opinión que una persona “brillante” es aquella que destaca por sus éxitos laborales o profesionales. Aquella que ha conseguido llegar a la “cima” o aquella que denominamos “importante”. Sin embargo, hoy, me refiero a otro tipo de brillo, que es posible, que sea más común encontrar entre las mujeres. Mujeres anónimas que se caracterizan por ser empáticas, bondadosas, positivas y emprendedoras. Mujeres que no buscan ser “poderosas” sino más bien empoderarse. Mujeres con una alta autoestima, que irradian luz propia y por tanto ya no necesitan ser satélites de ningún hombre.

Sin lugar a dudas, las acciones machistas que observamos a diario nacen de la inseguridad y del miedo de ciertos hombres a sentirse vulnerables . Ese papel de hombre protector, ese ego masculino les impulsa a intentar dominar cada situación. Ahora tiembla toda la estructura de una sociedad que se ve intimidada por muchas mujeres que vuelan libres y que se alejan de aquel individuo que pretende cortarle las alas. Hoy le diría a mi hija, que, tan solo cuando esta condición de libertad y de ausencia de miedo esté generalizada entre la población, las mujeres podremos vivir en una sociedad justa e igualitaria.

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