La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fernando Canellada

Azul atlántico

Fernando Canellada

Un obispo con olor a baifo

En el inicio de su pontificado el papa Francisco, allá por la Semana Santa de 2015, pidió a los sacerdotes que tengan «olor a oveja y sonrisa de padres», y que no sean «pastores aburridos». El sacerdote de Valsequillo Cristóbal Déniz Hernández, a sus 52 años, responde al plan del jesuita Bergoglio para una «Iglesia en salida». Es hombre de pueblo y del pueblo. Aquí, con permiso de la canariedad, se puede decir que el nuevo obispo también huele a baifo.

Noble, leal, amistoso, con sencillez y serenidad, su concentración natural muestra que es una personalidad eclesial, espiritual y humana distinguida. Ha bregado con su rebaño. Ha sido párroco en Ojos de Garza; Tamaraceite; El Palmar de Teror; en San José, San Francisco de Sales y en el Cristo de Guanarteme. Además de ejercer cargos de la curia diocesana, con «prudencia, vida espiritual y caridad», según el Papa, sabe lo que es enfundarse la camiseta de la UD Las Palmas para festejar un cumpleaños con sus parroquianos.

Cuando se sufre una pandemia y hay amenaza de una tercera guerra mundial, cuando los teóricos hablan de nueva era, tenemos la necesidad de hombres tocados por Dios, como el nuevo obispo auxiliar de Canarias. De ojos serenos y rostro que irradia calma, aplomo, seguridad de opinión y confianza en sí mismo, ayer se reveló superado por la emoción del histórico momento. Cristóbal Déniz, Cristóforo en las letras latinas de la Santa Sede, ha confirmado en su trayectoria sacerdotal su enorme valía. Le queda por delante el desafío del episcopado, uno de los oficios más difíciles de este siglo.

Canarias, en efecto, agradece hombres como Cristóbal Déniz, dentro y fuera de la Iglesia. Siempre dispuesto a acoger, habla poco y escucha mucho, ha vuelto a «tender la mano», a abrir puertas a todos los que tratan de mejorar la vida de los canarios, de los migrantes, de los más vulnerables.

Sus palabras de gratitud y disponibilidad pusieron ayer en evidencia un alma delicada y un espíritu comprometido con su pueblo. Un cura que deja huella. Un intelectual, como conocen sus alumnos y colegas del Instituto Teológico, y un buen sacerdote con una labor cuya eficacia y peso han quedado acreditados. Se ha ganado el respeto y el afecto de quienes han trabajado y trabajan en su cercanía.

Cristóbal Déniz es para la Iglesia de Canarias símbolo de una gran esperanza. Su nombramiento permite albergar también la ilusión de que llegan nuevos aires episcopales a la Iglesia de España, tan necesitada de líderes y testigos para encarar tiempos de prueba y de comisiones de investigación.

En este momento de celebraciones, de alegría con el nuevo obispo canario, viene a la mente la última visita al Cristo de Guanarteme, en la que el párroco, además de celebrar misas tenía tiempo para compartir mesa. Sin desear los renombrados restaurantes de la calle Olof Palme, el cura del Cristo frecuentaba ‘El Campechano’. Así es el obispo Cristóbal.

Compartir el artículo

stats