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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

Educar para la paz

Cuando apenas teníamos diez o doce años, los chiquillos de Telde nos pasábamos el día de guirrea. Había pandillas en algunos de los barrios periféricos que con frecuencia se dejaban ver por San Gregorio y, la mayoría de las veces, acabábamos a pedradas, de las que alguno le quedará todavía cicatrices de recuerdo.

Y no es que fuéramos tan agresivos, pero lo cierto es que, por una o por otra razón, parece que todos hemos nacido con ese afán de rivalidad.

Lo malo es cuando esa tendencia se prolonga a lo largo de la vida, y los que de niños jugaban a videojuegos de guerra, hoy siguen comportándose como si en la vida real hubiera que competir con la misma agresividad.

La paz, la compasión y la bondad se han convertido en un síntoma de debilidad, y yo creo, Gregorio, que esa es la causa de esta guerra sin razón que estamos viviendo.

Imagínate que un día se le ocurre a tu vecino romper un muro para meterse en tu casa simplemente porque quiere vivir mejor, y que tú tengas que irte a vivir a otro sitio.

Pues eso es, precisamente, lo que están haciendo los rusos en Ucrania. Pero aún es peor, porque, mientras matan a los que se quedan a defender su tierra y destruyen las ciudades donde siempre han vivido, negocian la posibilidad de pactar un alto el fuego… Encima de cornudos, apaleados.

Putin quiere que los ucranianos renuncien a su identidad y se hagan rusos de forma incondicional, pero mucho me temo que, mientras quede un ucraniano vivo o alguno de sus descendientes, seguirán odiándoles a muerte para toda la vida.

Cierto jarabandino que vivía junto al gallinero de Miguelito, un tendero que se dedicaba a vender frutas y verduras, se metía de noche en su corral y le afanaba dos o tres huevos. Miguelito lo sabía, pero, como quiera que lo veía pobre y necesitado, se hacía el sueco.

Hasta que un día vio que se llevaba media docena de huevos frescos todos los días. Entonces le advirtió que, de seguir robándole, lo denunciaría. Y el jarabandino le contestó que podían negociar un acuerdo para darle un porcentaje del importe de los huevos que estaba vendiendo…

Y es que en este mundo hay dos tipos de personas, Gregorio, el que es tonto y el que se hace el tonto para sacar provecho.

No te dejes convencer por los que quieren confundirte argumentando que solo es bueno lo que a ellos les interesa y no permitas que te den por el culo, aunque te aseguren que es bueno para la próstata, que cara para eso tienen, no importa que sean rusos o jarabandinos.

No estamos educados para la paz, Gregorio, y solo valoramos al que gana, aunque sea pisando por encima de los demás. Pero, al final, siempre será preferible perder teniendo la razón que ganar sin tenerla.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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