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Antonio Perdomo Betancor

Objetos mentales

Antonio Perdomo Betancor

Polaridad moral

El ser humano está polarizado moralmente, saber la razón de por qué lo está es una cuestión como tantas otras cuestiones a las que no tenemos acceso. Está dotado de una conciencia que le señala su posición moral y supuestamente dicha conciencia ha evolucionado desde el origen de la vida, que, hemos de decir, tampoco entendemos cómo ha surgido. Dicha posición moral responde con independencia de que la adopte o no, como ser dotado de voluntad que es. A pesar de la nebulosa de fuentes de información respecto al conflicto ruso-ucranio, le basta, si lo desea, a pesar de la borrosa e interesada información-desinformación, para esenciar su posición moral al respecto.

Axiomatizar que hay que estar absolutamente informado con todo lujo de detalles para emitir un juicio moral es tanto como decir que las personas están incapacitadas para emitir juicios morales. Ni siquiera las más informadas manejan toda la información. A veces, interesadamente se usa como excusa para excluirse de discernir sobre asuntos espinosos. Con todo, todas y cada una de las personas emitimos, incluso sin pretenderlo, juicios morales y políticos acerca de lo que es bueno o malo. Lo es por el motivo porque discierne, con naturalidad, lo que es bueno o malo para sí mismo. La naturalidad con que se emiten dichos juicios siempre lo es a riesgo de equivocarse, y puede que en ocasiones sean juicios frívolos. Detenerse a escuchar a un político lo confirma plenamente. Ya sea respecto a asuntos trascendentales, la guerra ruso-ucraniana o sobre la bofetada de Will Smith. Esto ocurre porque somos seres dotados de conciencia, aunque tampoco sepamos exactamente cómo esa conciencia se ha generado e integrado en los seres biológicos. Ni tampoco comprendamos su teleología.

Ahora bien, la posición moral de un individuo puede coincidir o no con la posición que adopte en la plaza pública, de un conflicto como el ruso-ucraniano, por mencionar un conflicto que ocurre en nuestro vecindario. La voluntad de la que está dotada la persona humana la capacita para negar una posición que en conciencia considera correcta. En un inventario apresurado de dichas posiciones respecto al conflicto ruso-ucraniano, las hay que se consideran neutrales, probablemente porque detectan su incapacidad de comprender la compleja naturaleza del mismo y por consiguiente adoptan, ad cautelam una postura moralmente indiferente o de completo estoicismo moral.

Por otra parte, me permito consignar hechos incuestionables, a pesar de obviedad me lo permito porque en la era de la post-verdad hasta los hechos son cuestionables. Es un hecho, y no un contrafáctico que un ejército de aproximadamente 200.000 tropas rusas invadió Ucrania. País al que reiteradamente sus líderes afirmaron no invadir. Pero, invadieron. También es un hecho, y no un contrafáctico, que la invasión de un país no se perpetra por pura casualidad, en especial cuando se trata de una invasión de esta magnitud. Requiere de una potente y determinada voluntad. No es una invasión un incendio en un bosque que una chispa aleatoria provoca, sino una invasión que requiere de una voluntad robustamente alimentada. Desde luego es una posición moral, imperturbablemente estoica, dejar que el incendio consuma el bosque y dejar arder hasta la última pavesa. Pero, ¿quién tendría un corazón así? Especialmente cuando lo que arden son las ciudades invadidas.

Otrosí, es probablemente seguro que a la guerra le precede la cognición de la guerra. No irrumpe la presencia de la guerra repentinamente, procedente de otra dimensión, mediante la materialización fantasmal y repentina de un ejército que atraviesa un túnel temporal, con toda la maquinaria y brutalidad de su representación corporeizada sobre el terreno, sino que le precede la gestación e imposición de su cognición. Requiere de una elaboración más o menos laboriosa, iniciada desde su germinal concepción mental y su subsiguiente recorrido que exige su preparación material, hasta que finalmente requiere además de un decisionismo schmittiano.

Sin voluntad no es posible la acción, la acción queda congelada, pendiente en un limbo previo a ese instante a la acción, de hecho, podemos, como ocurre en sueños, mandatar a la voluntad levantar la mano y sorprendentemente permanece en ese limbo, aunque hayamos pensando y ordenado el acto, si no es que la decisión no incluye la completa voluntad de su ejecución. En este acto no cabe apelar a un fallo de la voluntad como excusa del mismo. De suponer un acto no deliberado, no cabe pensarse en un craso y desafortunado error, o de uno de mala traducción de la sintaxis de la guerra. Las armas no se disparan solas si no están cargadas y preparadas por la aquiescencia de un escenario de acción. Requiere de la indispensabilidad de una voluntad que recae ineluctablemente en un vértice de decisión, en la cúspide una pirámide cuyo espacio jerárquico, al fin y al cabo, encarna un espíritu inexcusablemente unipersonal.

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