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Manuel Wood Wood

Punto de vista

Manuel Wood Wood

¿Hacia un nuevo sistema democrático?

Recogen las crónicas que allá por el año 1796, el presidente George Washington embistió contra los partidos políticos porque permitían que «hombres astutos, ambiciosos y sin principios» pervirtieran el poder del pueblo.

Igual que ayer en Estados Unidos, hoy día en Europa o en nuestro país, esta denuncia resulta de lo mas oportuna. Analicemos si no la escasa popularidad de los partidos que aparecen y desaparecen de la escena política penalizados ya no solo por su nula representatividad, sino por su desprecio hacia las bases que lo soportan, cuando no, por dejarse secuestrar por las élites.

Francia ha sido el último y claro ejemplo de esta realidad. España no le va a la zaga. A los tradicionalmente poderosos partidos de centro-izquierda se les acusa de ignorar a sus votantes, contribuyendo potencialmente a reacciones viscerales como la que ayudó al éxito del Brexit en el Reino Unido o a bandazos, ayer incomprensibles, de votantes que cambian radicalmente de signo político, como ha sucedido en nuestro país.

Parece claro que los partidos políticos han perdido influencia por su incapacidad de generar confianza, de establecer alianzas o simplemente de cumplir sus promesas electorales. Esta pérdida de influencia conlleva necesaria y peligrosamente una pérdida para la democracia en general. Las grietas del sistema son el mejor camino hacia la violencia.

Que el sistema tradicional de partidos funcione depende de que existan facciones políticas sólidas, estructuradas y dignas de confianza. Habida cuenta de que tales realidades son inexistentes, resulta vital para la supervivencia del sistema el diseño de una democracia mas amplia y directa que recorte la mediación de los partidos y de los políticos profesionales. Un buen ejemplo de esta democracia mas directa la tomó el gobierno irlandés en el año 2016 al crear una asamblea de 99 ciudadanos para deliberar sobre una serie de cuestiones, incluida la prohibición constitucional del aborto. La mayoría de la asamblea propuso que se derogara la prohibición, tras lo cual un referéndum nacional confirmó el resultado y cambió la ley, todo ello sin la participación de los partidos políticos establecidos.

En cualquier caso, si las políticas e ideologías de los partidos dejan de tener atractivo masivo, como parece ser el caso, habremos de encontrar algunos sustitutos tales como coaliciones flotantes o interpartidistas, representaciones de asociaciones locales, nuevas organizaciones en línea, etc. si lo que queremos es evitar estados totalitarios y mantener la gobernanza democrática. La aparición de nuevos partidos populistas y nacionalistas empieza a ser una característica recurrente a nivel europeo como respuesta a la hostilidad de los votantes hacia los partidos tradicionales y la consecuente disminución de su influencia.

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