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José A. Luján

Piedra lunar

José A. Luján

Radiotelescopio, ciencia y ecologistas

Con bombo y platillo, movidos por una satisfacción colectiva, fue recibida la propuesta del Instituto Geográfico Nacional para la instalación de una estación geodésica o radiotelescopio en el municipio de Artenara. El lugar escogido por los científicos, tras recorrer las islas de aquí para allá, fue el área de la Cruz de Acusa, a la entrada del pinar de Tamadaba y que, según sus criterios, ofrece las condiciones idóneas para su ubicación. Los estudios previos se remontan a varios años atrás de tal manera que, siguiendo el procedimiento administrativo, se expone a información pública y se solicita aportaciones.

Desde esta estación se trata de investigar diversos aspectos de la corteza terrestre, como el comportamiento de las placas tectónicas de una amplia área atlántica, la previsión de terremotos o los efectos del cambio climático. No es una base aislada, sino que forma parte de una red de catorce estaciones por lo que desde un primer momento se afirma que Artenara iba a estar en el mapa de la investigación geodésica mundial. La estación lleva aparejada una serie de actuaciones que, además de ingeniería de alta cualificación, genera puestos de trabajo para la población local: vigilancia, transporte, alojamiento, gastronomía. En 2017, en el proceso de elaboración del expediente técnico, se expone a información pública a través del BOE a nivel nacional. Nadie se opone y pocos aportan matices. La ubicación escogida para el proyecto está reconocida por «prácticamente» todas las figuras de protección que existen en el ámbito regional, nacional e internacional.

Sin embargo, no tarda en llegar el jarro de agua fría justamente, ¡y qué casualidad! cuando las Montañas Sagradas de Gran Canaria son declaradas patrimonio mundial de la Humanidad. Quienes callan dos años antes porque no tienen argumentos, ven la ocasión de saltar a la palestra para decir ¡ojo, nosotros estamos aquí para defender nuestras cumbres! El protagonismo ecológico pasa a primera fila y no quiere dejar pasar la oportunidad de alardear de la defensa patrimonial de un área natural. Aquí y ahora no importa la narrativa demagógica: corte de tres docenas de pinos o impedimento para ver la salida del Ferry de Agaete en su partida hacia Tenerife. Los ecologistas se aplican con vehemencia a la oposición al radiotelescopio. Sin embargo, no dicen nada de la invasión motera, con decibelios fuera de lo normal, los fines de semana.

Decía un colega de alta experiencia sociológica que cuando alguien no es nada ni nadie en el tejido social lo primero que hace es autoproclamarse poeta. Esta denominación le otorga una incuestionable autoridad, con aureola de inspiración divina. Y si el tema tiene cierta amplitud, se crea una plataforma que es un muro infranqueable. «Salvar Tamadaba» es el lema que ondula en las redes sociales, y, convertido en principio de fe, parece que tiene algunos adeptos. De paso, elaboran una relación de actuaciones en las cumbres de la isla para poner de manifiesto la degradación (sic) de estos perfiles isleños que van desde la colocación de las bolas del Pozo de Las Nieves, hasta una antena de radio ECCA en la Montaña de Constantín, u otras antenas de radiofonía que permiten la transmisión de la voz humana a los aislados habitantes y usuarios de las cumbres. Todo cabe en el mismo saco y nadie tiene luces suficientes para contrarrestar el discurso y poner en circulación el concepto de «Desarrollo sostenible». Las llamadas bolas del Pozo de Las Nieves tienen la función de velar por la seguridad del cielo isleño y por ende la economía del sector turístico.

En este contexto, damos gracias al Destino de que los sacrosantos ecologistas no existían cuando se construyó la casa de Tirma o las presas del Vaquero o la de Candelaria; la circunvalación de Tamadaba desde las Degolladas de la Laja hasta la del Humo, así como la construcción del Mirador de la Cilla que implicó horadar la montaña de su nombre y verter los escombros en un terreno convertido luego en recinto arbóreo.

La milonga del radiotelescopio fue afinada de tal manera que lanzaron una carta reprobatoria al mismo corazón de la UNESCO, sin tener en cuenta los valores científicos. Don Antonio se amedrentó en su castillo de Bravo Murillo y reculó en sus deseos e ilusiones. Temisas, ámbito de nuestra parroquia, también puede ser escenario de ubicación, aunque los valores científicos queden muy mermados.

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