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Eligio Hernández

Punto de vista

Eligio Hernández

En el 178 aniversario de la fundación de la Guardia Civil

Mi fraternal relación con la Guardia Civil durante mi infancia y adolescencia en mi pueblo natal, y durante mi vida política y profesional, como Juez de Instrucción y Magistrado, como Fiscal General del Estado, Gobernador Civil y Delegado del Gobierno, me permiten afirmar, sin ditirambo, que el General Juan Miguel Arribas ha sido un digno émulo del II Duque de Ahumada, fundador de la Guardia Civil, al que su historiador Aguado definió como “un hombre justo y meditado en su determinaciones, correcto siempre en el trato e infatigable para el trabajo”, una de las cualidades incluidas en su Cartilla “Código moral de la Guardia Civil, de 20 de diciembre de 1845”, cuyos preceptos siguen teniendo plena vigencia después de más de siglo y medio, entre los que cabe destacar: El honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil; debe por consiguiente conservarlo sin mancha; una vez perdido no se recobra jamás. El mayor prestigio y fuerza moral del Cuerpo es su primer elemento. Siempre fiel a su deber, sereno y desempeñando sus funciones con dignidad, prudencia y firmeza. El Guardia Civil debe ser prudente sin debilidad, firme sin violencia y político sin bajeza. Sus primeras armas deben ser la persuasión y la fuerza moral. El artículo 6 de la Cartilla es el que mejor define la grandeza humana de la Guardia Civil: “Será siempre un pronóstico feliz para el afligido, infundiendo la confianza de que a su presentación, el que se vea cercado de asesinos, se crea libre de ellos; el que tenga su casa presa de las llamas considere el incendio apagado; el que vea su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos”.

Como muchos estudiosos de la Guardia Civil, muchas veces me he preguntado: ¿Cómo pueden darse en la España invertebrada, que nos hiela el corazón con frecuencia, hombres de esta altura moral ?. ¿Qué fortaleza incorruptible les caracteriza cuando visten el tricornio y el informe verde, quedando inmunes a todo mal ejemplo?. Algunos autores han llegado a expresar su creencia de que no es que la Guardia Civil haga milagros, sino que es un milagro en sí misma.

En sus Episodios Nacionales, la principal y fundamental novela historiada de nuestro convulso siglo XIX, don Benito Pérez Galdós remata genialmente la etapa de Gobierno de González Bravo subrayando la creación de la Guardia Civil como la gran excepcional positiva de su mandato, con estas palabras: «...Y no fue su Gobierno de cinco meses totalmente estéril, pues entre el miserable trajín de dar y quitar empleos, de favorecer a las coacciones, de perseguir al partido contrario y de mover, sólo por hacer ruido, los podridos telares de la Administración, fue creado en el seno de España un ser grande, eficaz y de robusta vida, la Guardia Civil». Galdós comprende la entraña institucional de la Guardia Civil y la expresa de forma bellísima e insuperable: “fue creado en el seno de España un ser grande, eficaz y de robusta vida, la Guardia Civil”.

La Orden Circular de 18 de junio de 1873 firmada por Pi y Margall estableció: ”La Guardia Civil ha sido, como debía, el brazo de todos los gobiernos, el firme escudo de las leyes de los partidos y los vaivenes de los tiempos. En épocas normales ha prestado grandes servicios defendiendo los caminos y asegurando en los campos la propiedad y las personas; y en luchas como la presente no ha escaseado ni su actividad ni su sangre por acabar con las facciones y sosegar los tumultos de los pueblos. El Gobierno tiene en esta guardia completa confianza y así desea que la tengan V.S., porque no se debe jamás juzgar de un cuerpo por las faltas que hayan podido cometer algunos de sus individuos”.

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