En los anuncios de compresas siempre hay mujeres que sonríen. Me hace una gracia tremenda, no sé a quién se le ocurrió eso. Es ridículo. Afirman esas mujeres de los anuncios de compresas: «¡Me gusta ser mujer!». ¿Les gusta ser mujeres porque les baja la regla? ¿Sonríen tanto porque les gusta ser mujeres porque les baja la regla? ¡Como si ser mujer solo pudiera ser eso! Me gustaría que alguien me explicase qué es eso que les gusta tanto. A mí ser mujer se me hace bola muchas veces. Hay días en los que odio serlo con todas las fuerzas del corazón y pienso en mi fuero interno «Me gustaría ser un señor de cincuenta años con gorra». A ellos no les gritan guarradas por la calle al cruzar un paso de peatón. No sienten esa mezcla de rabia y vergüenza cuando un tipo que les dobla la edad espera a llegar a su altura para emitir un chasquido con la lengua o un sonido similar al ladrido de un perro. No se lo hacen a otros hombres, ¿por qué, entonces, hay algunos que deciden acosar a mujeres que caminan solas o en grupo por la calle? ¿Es porque saben que un hombre se giraría y les partiría la cara? Quizá por eso ya no sonrío por la calle, quizá por eso siempre voy con mis auriculares puestos, para no oír nada, ni bueno ni malo. Detesto en mí el impulso automático de mirarme la ropa que llevo puesta cuando un hombre decide amargarme el día gritándome algo desde su coche. Yo nunca le grito a un hombre nada, lleve la ropa que lleve puesta. 

Sonríe, puta DIBUJO DE LEONARD BEARD PARA LA SECCION DE OPINION. PARA EL DOMINGO 19 DE AGOSTO DEL 2018.

No, lo cierto es que a mí el tema este de ser mujer no me emociona especialmente, solo intento llevarlo lo mejor que puedo. Vaya donde vaya yo, siempre hay un señor opinando sobre lo que podemos o no podemos hacer con nuestro cuerpo. Lo llaman ‘Debate sobre el aborto’, lo llaman ‘Debate sobre la libertad sexual’, lo llaman debate, debate, debate. ¿Los derechos humanos se pueden debatir? Creía que no. ¿Por qué todo el mundo parece tener una opinión sobre lo que hacemos las mujeres con nuestros cuerpos, por qué parecen ser tan importantes esas opiniones? ¿No tendríamos que ser nosotras nuestras propias dueñas, igual que los hombres son sus propios dueños? Yo decido sobre mi cuerpo y nunca, jamás, uso esa libertad para intimidar a otra persona. No le grito nada a nadie por la calle. Un hombre decide sobre su cuerpo y lo más probable es que use esa autonomía para asustar a una muchacha reduciendo la velocidad de su coche todo lo posible, ponerse a su altura y chillarle desde su asiento: «Eh, guapa, eh, sí, tú, ¿te llevo a casa? ¿Dónde vas tan sola? Eh, eh, eh, hazme caso, eh, puta, hazme caso». ¿Es usted un hombre y se ha molestado por mi afirmación? Lo lamento, pero es que son muchos, son demasiados, a veces se mezclan los buenos con los malos, a veces una no puede pararse a dilucidar si el hombre que camina tan pegado a ella por la noche es bueno o es malo, lo único que puede una hacer es echarse a correr. 

Anuncian en los periódicos que dentro de poco podremos pedir una baja si padecemos reglas dolorosas y en la noticia el noventa y siete por ciento de los comentarios son de hombres que desdeñan ese dolor o se preocupan mucho por un hipotético empresario al que esa baja le hundirá el negocio. Un ibuprofeno y marchando. Aguántate. No conocen a ese empresario imaginario cuyo negocio se hundirá por una baja de tres, cuatro o cinco días, pero como mínimo sí conocen al menos a una mujer. La que los parió. ¿No les da vergüenza tener compañeras que sufren calambres, dolores abdominales, mareos, taquicardias, sudores o pinchazos en los riñones en sus puestos de trabajo porque se ha normalizado tanto nuestro dolor y nuestro sufrimiento que a nadie le importa? En los anuncios de compresas esas mujeres sonríen como unas maníacas e intentan convencerte de que aunque te baje la regla si no haces acrobacias, corres una maratón o salvas al mundo de una amenaza terrorista es porque no te da la gana a ti. Ponte esa compresa y date vida. Paga este artículo de primera necesidad y venga, marchando, con una sonrisa. No te cuestiones nada nunca, no te enfades, sé una chica. Siempre con una puta sonrisa.